El tren de la libertad


Las ciento cincuenta mujeres que salieron de Gijón en ese Tren de la libertad hicieron historia el 1 de febrero de 2014. Eran valientes que resolvieron emprender un viaje por la libertad, la igualdad y la justicia de todas las mujeres.

Hace diez años ya que el Tren de la libertad llegara a Madrid para exigir que los derechos de las mujeres no se menoscabaran. Un decenio de esa gran manifestación feminista que asombró al mundo y que se convirtió en el antecedente de las otras movilizaciones de mujeres que vinieron después. Una década desde que las reivindicaciones del movimiento feminista fueran arropadas por una gran mayoría social.

El anuncio del entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, de su pretensión de derogar la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo vigente desde 2010 hizo que un escalofrío recorriera nuestro país y se concitara una fuerte oposición más allá de preferencias políticas. 

Así, Les Comadres de Gijón en colaboración con la Asociación de Mujeres por la Igualdad de Barredos decidieron tomar un tren a la capital de España y trasladar al Congreso de los Diputados su disconformidad con la nueva ley que estaba impulsando el Gobierno, la cual suponía un atropello a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y soslayaba deliberadamente que estos formaban parte de los Derechos Humanos.

Tengo que decirles que a veces agota el explicar que estar a favor de los derechos de las mujeres no nos convierte en seres indolentes frente al aborto. Con la interrupción voluntaria del embarazo no se puede frivolizar. Creo que es un hecho lo bastante difícil para la mayoría de las mujeres que se han enfrentado a este trance como para encima provocar una lastre de reproches y culpas.

Cartel utilizado en Guadalajara, Azuqueca, Alcalá, San Fernando, etc para la manifestación a favor de los derechos de las mujeres.

Personalmente no me gusta hablar de ley del aborto, sino de legislar a favor del derecho insustituible de la mujer a decidir sobre su maternidad y su cuerpo. Quizá yo, desde mi mismidad, no estaría de acuerdo con interrumpir un embarazo propio, pero eso no me legitimaría a disminuir los derechos humanos de mis congéneres. Tanto a las que desean ser madres como a las que no, la sociedad y sus instituciones deben prestarles apoyo y generar igualdad de oportunidades; y a las que optan por abortar en los términos que la ley prevé, se les ha de garantizar que su decisión se lleve a cabo de una manera digna, gratuita y segura.

Las ciento cincuenta mujeres que salieron de Gijón en ese ya mítico Tren de la libertad hicieron historia el 1 de febrero de 2014. Al llegar a la estación de Atocha se encontraron con decenas de miles de mujeres y hombres provenientes de todos los puntos de España que queríamos acompañar a nuestras «comadres», esas valientes que resolvieron emprender un viaje por la libertad, la igualdad y la justicia de todas las mujeres.

En Guadalajara, un buen número de organizaciones comprometidas con la igualdad organizaron el que llamamos Tren de la libertad del Henares, un Cercanías que fue llenando sus vagones, parada tras parada, con personas que simpatizaban con la iniciativa surgida en Asturias. Me resulta complicado explicarles cómo fue la bienvenida a las comadres: solidaridad, abrazos, lágrimas de emoción, conciencia de estar luchando por lo justo… Amigas y amigos, el feminismo no es divertido porque encararse a la ignominia de la desigualdad no puede serlo, pero tampoco está reñido con lo lúdico, el cariño y la sororidad.

El Gobierno propuso dejar a un lado la restrictiva ley que había pergeñado y volver a la ley de supuestos de 1985, que si bien en su momento constituyó un avance importantísimo despenalizando el aborto, ha de reconocerse que también era hipócrita, pues el supuesto de integridad psicológica de la embarazada (el coladero por el que se practicaban la mayor parte de los abortos. Los otros dos supuestos eran el de violación y el del peligro de la vida de la madre) implicaba que las mujeres prácticamente tuvieran que declararse locas y que se pudiera interrumpir el embarazo en fases avanzadas. Por todo ello, la actual ley de plazos es racional, avanzada y respetuosa con los derechos de las mujeres y con la protección del feto a partir de determinadas etapas de gestación.

El éxito de la manifestación fue tal que el ministro tuvo que dimitir y dar por agotada su vida política. Gallardón fue el chivo expiatorio de un Gobierno al que le salió mal jugar con los derechos de las mujeres para distraer a la ciudadanía de la crisis económica y social que se estaba viviendo. Amelia Valcárcel siempre lo sospechó: si no son capaces de cumplir con la promesa de revertir la crisis económica con la que ganaron las elecciones a Zapatero, intentarán imponer un programa moral reaccionario. Termino con un extracto del manifiesto del Tren de la libertad, de cuya redacción se ocupó Alicia Miyares: «Porque yo decido, soy libre y vivo en democracia exijo que se mantenga la actual Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo para favorecer la autonomía moral, preservar la libertad de conciencia y garantizar la pluralidad de intereses de todas las mujeres».

PD. Si no pudieron vivir este momento histórico, o si estuvieron y desean revivirlo, les recomiendo vean el documental Yo decido. El Tren de la libertad, producido por CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), con música de la siempre reivindicativa Solfónica.