Espejos rotos
Una teoría budista advierte que nuestras percepciones nos conducen erróneamente a tomar por realidad lo que no lo es tanto
En los años 90 los medios empezaron a sacar en los informativos aconteceres que nos hacían exclamar que la realidad superaba a la ficción. Ha ido a más. A veces hay que pellizcarse ante los telediarios, radios y algunos periódicos.
Una teoría budista advierte que nuestras percepciones nos conducen erróneamente a tomar por realidad lo que no lo es tanto. “Cuando, por ejemplo, contemplas una rosa -me explicó un tibetano- tu cerebro tiene en cuenta la primera que viste, con sus colores y aromas.” No observas exactamente la presente de rojo encendido y olor hortícola.
Algunos paleontólogos sitúan la bifurcación de nuestro ‘homo antecessor’ con el mono el día en que se reconoció al verse reflejado cuando fue a beber agua al Duero o alguna charca de Atapuerca. Los pozos son tapados en Doñana por si los linces confunden su imagen al fondo con la de un enemigo que les quiere arrebatar su territorio y sus hembras. Algunos se han lanzado a por él fatalmente.
El filósofo López-Aranguren defendía que los medios de comunicación, con su opinión publicada, son un espejo de la sociedad. Iluso.
Se equivocaba, como los griegos cuando denominaron a nuestro satélite Luna, que significa espejo (todavía en viejos armarios, coches y escaparates), al creer que reflejaba las montañas más altas de la Tierra.
Clama la panorámica ofrecida de buena parte de la sociedad. Algunos se indignan del reflejo de casi un tercio, los mayores de 55 años, mostrados con tristeza, goteras, fragilidad, incapacidad y derrota por el progreso para los cambios tecnológicos. Muchos se manejan bien, con buen ánimo, salud y dinero.
O la imagen de una sociedad llena estos días de influencers, politicastros y capitostes trincones, asesores, clubs de todo pelaje... Y con más perros y menos niños. Será imposible paliar la soledad en un mundo sin ellos.