Guadalajara en la literatura (II)
El final del siglo XIX, periodo del realismo en la novela, lo ocupa en buena parte don Benito Pérez Galdós.
En 1781 viajó a la Alcarria Tomás de Iriarte. De los recuerdos que dejó, fruto de su deambular alcarreño, hay notas referentes a su paso por Aranzueque y Tendilla. Pernoctó en el convento que los Franciscanos tenían en La Salceda. Los frailes le debieron, más no todo pareció ser a su gusto, pues así dejó escrito: “Ya he dicho lo bien que me hospedaron y me dieron de comer los Padres; pero como los gustos de esta vida no son durables, quiso mi mala suerte que cargasen sobre mí aque cargasen sobre mí aquella noche tantas pulgas que no me dejasen dormir".
El final del siglo XIX, periodo del realismo en la novela, lo ocupa en buena parte don Benito Pérez Galdós. Son muchas las citas, situaciones con nombres incluidos, que de la provincia de Guadalajara suelen figurar en su extensa obra: La Fontana de Oro, Juan Martín “El Empecinado”, El Caballero Encantado, son una buena muestra para poderlo comprobar, pero es quizás en Narváez, una de las más conocidas de las novelas que se incluyen en los Episodios Nacionales, en la que dedica mayor extensión a las tierras de Guadalajara, concretamente a la villa de Atienza con sus viejas calles, sus costumbres, sus monumentos, sus gentes y sus leyendas: “Adios Atienza, ruina gloriosa, hospitalaria; adiós santa madre mía; adiós Noble hermandad de Los Remedios, que me hicisteis vuestro Prioste; adiós amigos míos, curas de San Juan, San Gil y La Trinidad; adiós Úrsula, Prisca, José, servidores fieles”. Dice Pepillo Fajardo, el protagonista, al despedirse de la villa con profundo dolor en su alma.
Por aquellos mismos años, coincidiendo con la Semana Santa de 1891, la condesa de Pardo Bazán viajó en tren desde Madrid hasta Sigüenza, pasando por Guadalajara. En su libro Por la España Pintoresca, dejó escrito doña Emilia, entre muchas cosas más: “Hacía luna durante nuestro viaje de Guadalajara a Sigüenza, y el país, conforme nos acercábamos a tierras de Aragón, aparecía abrupto y montañoso. El alcalde, persona muy cortés, nos esperaba en la estación.”.
El poeta Amado Nervo, primer exponente de la literatura hispanoamericana de la época del Modernismo, pasó por Guadalajara en visita relámpago en el año 1913. Se llevó una serie de notas escritas en su libreta de apuntes, que después le servirían como cañamazo donde apoyarse para dar luz a un bello trabajo sobre la capital de la provincia. De ese trabajo son estas líneas en las que el autor hace referencia a una costumbre ya perdida, la de Las Mayas. Dice así: Al salir de nuevo a la Calle Mayor, un tropel de niños me rodea:¿Caballero, un cuarto para la Maya¡ Y me tienden minúsculas bandejas…Las Mayas son niñas a las cuales, en algunos pueblos de España visten graciosamente, lo más majas posibles, el día de la Cruz de Mayo. Siéntanlas en una especie de trono, y las chicuelos del barrio piden cuartos para ellas, con los cuales ofrecen después una merienda suculenta. (Continuará).