Guadalajara en la literatura (I)
Ya en las primeras manifestaciones de la naciente Lengua Castellana, aparece Guadalajara en alunas de las populares “jarchas”, cancioncillas populares, cuando no siendo parte de los grandes monumentos de la literatura medieval, como el Poema de Mio Cid o en la extensa obra del Arcipreste de Hita.
La provincia de Guadalajara ha merecido, desde los orígenes de nuestra Lengua, un atractivo especial para los escritores de todos los tiempos. Se ve, y así lo podemos asegurar ante la evidencia de los hechos, que se trata de una tierra que se presta a ser cantada, contada o descrita, desde el nacimiento de nuestro idioma hasta el tiempo presente, tanto aquí como en otros muchos países de la Tierra. También en ella han nacido o han vivido, personas que dejaron huella a lo largo de la Historia en el quehacer literario, manejando como instrumento de excepcional calidad literaria la Lengua Castellana que, dicho sea de paso, es tierra en donde se suele emplear de manera correcta, incluso a nivel popular en su modalidad coloquial, como medio de expresión al servicio de todos.
Ya en las primeras manifestaciones de la naciente Lengua Castellana, aparece Guadalajara en alunas de las populares “jarchas”, cancioncillas populares, cuando no siendo parte de los grandes monumentos de la literatura medieval, como el Poema de Mio Cid o en la extensa obra del Arcipreste de Hita. Allá por el año 1040, el autor o autores del poema dieron detalles geográficos bastante precisos de Atienza, Miedes, Castejón, Hita, las Alcarrias, como se puede leer en varios de sus versos. El Libro de Buen Amor, sitúa muy veladamente muchas de sus andanzas y relatos en campos guadalajareños, campiñeses, y serranos sobre todo, incluso en la capital: Mur de Guadalfajara entró en su forado/ el huésped acá e allá fuía deserrado/ non tenía lugar cierto do fuese anparado/ estovo a lo escuro, a la pared arrimado. Era para nuestro uso el siglo XIV. Metidos en medio Siglo de Oro, será Santa Teresa de Jesús quien en su libro de Las Fundaciones dedique todo un capítulo a contar los inicios de la Orden Carmelita en la provincia, dando cumplida referencia acerca de la fundación de los dos conventos de Pastrana, allá por el año 1569.
Los años de la Ilustración tuvieron como punto de interés a la provincia de Guadalajara, en la que fijaron su residencia temporal algunos de los nombres más sonoros de aquel siglo. Tal es el caso de Moratín, quien pasó temporadas enteras en su casa de Pastrana; de Jovellanos, huésped ilustre de Jadraque durante el verana de 1808, quien también conoció en 1798 los Baños de Trillo y la posada del Pozo y de Aranzueque, como bien dejó escrito en sus Diarios. (Continuará).