Me gusta el detalle que tienen algunos hoteles de dejar, en la mesilla de noche, un lapicero y un bloc de notas en previsión de que el cliente, ya en la cama, somnoliento, o recién despertado, sin despabilar del todo, tenga la necesidad de apuntar algo, un recordatorio para el día siguiente, quizá la trama del sueño del que nos sacó, inoportuno, el despertador.
El mundo moderno y las relaciones actuales se basan en un establishment determinado donde no suele haber espacio para las sorpresas y cuando ocurren, en el fondo, suelen ser deliciosas o memorables.
Un nombre, el de Mencía, que merece un hueco entre las personalidades más importantes de nuestra tierra, y que me gustaría que sirviera de inspiración en el futuro a esta niña de cuatro años, mi pequeña Mencía, que juega a mi lado mientras escribo.