Opá, yo voy a hacer un corral


Han pasado casi dos décadas desde que Manuel Jesús Rodríguez, también conocido como El Koala, publicó su ópera prima Rock Rústico de Lomo Ancho en lo que en su momento fue el nacimiento del agro-rock (sic).

Dentro de este disco nadie puede olvidar la canción de Opá, yo voy a hacer un corral que se hizo extremadamente viral y famoso en el ideario colectivo. La España que ataba los perros con longaniza antes de la crisis del ladrillo del 2008 lo veía con superioridad moral y diversión, ajena e ignorante de lo que se venía encima: una crisis económica de tres pares de huevos de gallina.

No obstante, los mayores del lugar reconocen ese grito de guerra rústico como el acrónimo de una de las actuaciones más conocidas entre empresas. Una OPA, en el ámbito económico es una Oferta Pública de Adquisición y es cuando una corporación quiere adquirir otra con beneplácito o contrariedad de la otra.

Lo más conocido es la OPA hostil, cuando no hay acuerdo entre las partes, y desde los años 80 ha habido 18 ofertas de compra, donde solo 11 de ellas han salido victoriosas. Desde que el Banco Bilbao quiso comprar Banesto en 1987, han sido siete las derrotas dentro de nuestras fronteras, la más reciente la ha protagonizado el BBVA hincando la rodilla a manos del Banco Sadadell. Josep Uliu, banquero y pope de esta última, ha jugado mejor sus cartas que Carlos Torres, ingeniero del MIT y líder de la enseña azul oscura, en lo que ha sido un desenlace previsto pero doloroso para la entidad bancaria de la Vela. Adelante por los sueños que aún nos quedan cantaban en TV, menudo despertador de pesadilla. 

Las conclusiones que se pueden sacar de esto, a toro pasado, es que el Gobierno nunca había querido una mayor concentración de entidades bancarias. De los años del Koala a la actualidad, se ha fusionado casi el 90 por ciento de las compañías pasando de un sistema atomizado, a uno excesivamente único donde media docena de bancos controlan el 75 por ciento de los depósitos del país.

La historia de este país nos ha enseñado que las OPAS (y casi todas las negociaciones) se llevan a buen puerto cuando hay pocos actores y menos micrófonos. Se debaten entre presidentes y consejeros delegados a puerta cerrada y una vez estrechado manos, mandan a los abogados y asesores a redactar el papeleo. La prensa se entera cuando ya hay firmas, reparto de cargos y se permiten fotos.

Aquí, ha habido una imposición barata por parte del BBVA para quedarse con el Sabadell. El BBVA necesita crecer en España porque la gran mayoría de su beneficio viene de México o Turquía y todo habría sido distinto si el precio inicial de canje de la OPA hubiera sido más atractivo para el accionista. No todo vale y, por desgracia, a la gente desconocida, si quieres seducirla con dinero hay que poner billetes encima de la mesa. No hay más.

Aunque ahora la resaca de este baile de 18 meses está siendo dura para todas las partes, habrá enfriamiento a corto plazo en el sector, pero en el horizonte no se descarta que el Santander adquiera Unicaja o que Ibercaja termine siendo un caramelo para un actor nacional o extranjero. Tiempo al tiempo y, entre medias, a generar intereses.

El ciudadano a pie de calle está sufriendo un enorme problema de financiación. Tan solo hay que ver las cifras personales y empresariales. Los primeros ven su disponibilidad de renta cada vez más reducida y los autónomos cada vez tienen menos beneficios empresariales. El país entero está raptando a la tía de la lejía para que traiga dinero del futuro a cambio de intereses en el presente y cuando hay pocos vendedores, el coste del producto sube. Tan solo hay que ver lo que ha tardado la banca en remunerar los pasivos cuando han subido los tipos de interés y lo homogéneo que es el coste de pedir hipoteca. Oligopolio lo llaman y lo sufrimos todos.

La comparación con Europa es abusiva. De todas formas, me ha chivado la del agua lavandina que la próxima oblea que nos va a caer en la cara va a ser cuando por exceso de coste laboral y destrucción de empleo, haya que empezar a ver como subsanamos esta no-burbuja inmobiliaria y de falta de acceso a la vivienda. Al final el Koala tenía la solución para todo. Hay que volver al campo e intercambiar huevos para que no nos los toques desde fuera.