Hablemos de paz

17/12/2016 - 13:46 Emilio Fernández Galiano

Europa, nuestra vieja Europa, vive uno de sus periodos más largos de paz relativa  y una innegable prosperidad.

Hace poco leía de un gran intelectual español: “tengo tan poca simpatía por los populismos de izquierdas como por los de derechas, son algo que erosiona y puede destruir la democracia, la prosperidad y quizá la paz, que yo creo que es ahora mismo el punto más crítico del planeta”.
    El radicalismo de la derecha utiliza la inquietud y temor por los movimientos migratorios y de los refugiados para retroalimentar el ego nacional, mientras el de izquierdas, basa su estrategia en utilizar los sectores más castigados por la crisis movilizándolos con mensajes nacidos de la demagogia. Pero ambos son peligrosos para la paz.
    Nada más propicio que hablar de paz en estas fechas navideñas. Europa, nuestra vieja Europa, vive uno de sus periodos más largos de una paz relativa y una innegable prosperidad. Es verdad que para algunos mayor que para otros pero, en términos generales, desde la Segunda Guerra Mundial, y salvo conflictos en zonas muy localizadas, hemos vivido y disfrutado de paz. Los españoles, tras la Transición, también gozamos de uno de los mejores ciclos de nuestra historia.
    De las ocho acepciones que usa el diccionario de la RAE del término “paz”, si bien la primera la circunscribe a un concepto político “Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países”, me quedo sin lugar a dudas con la segunda, de un contenido más filosófico: “Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos”. Echo de menos la vertiente más espiritual, la paz con uno mismo, aunque la quinta acepción se le aproxima: “Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud”.
    El problema es que en muchas ocasiones se confunde “paz” con “felicidad” y es posible que el bienestar alcanzado en estos períodos tan prósperos haya facilitado el desarrollo de la codicia. De hecho, como también apuntaba el prestigioso intelectual al que me refería al principio, el hedonismo es una de las principales características de nuestra sociedad. Nos preocupamos de nuestra inmediata felicidad sin ser conscientes de lo que ha costado para otros, desapareciendo el esfuerzo como paso previo al premio. Ni los cirenaicos ni los epicúreos, autores de la teoría hedonista en la Grecia antigua, pensaron que  de algún modo y  tras muchos siglos sus ideas fueran a estar tan de moda.
    Viene a cuento recuperar viejas doctrinas para desnudar estrategias de los nuevos partidos políticos. Romper o quemar fotos de otros es una curiosa forma de obtener felicidad, y desde luego muy insólita para fomentar la paz. La construcción de muros y huir de los puentes también resulta inexplicable, teniendo en cuenta un mundo cada vez más interrelacionado y una Europa afín.
    Pretendí que ésteno fuera un artículo político, aunque es inevitable alguna referencia al mundo que nos rodea. Mi colaboración bisemanal en este periódico me llevará hasta final de año en el que aparecerá mi próxima columna,  después de la que está leyendo. Y ya habrá pasado la Navidad. Ojalá les toque algún pellizco en la lotería, que no todo va a ser espiritual. Pero sobre todo, mucha paz, con ustedes mi smos y con los demás, o con esa armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.  Aprovecho la ocasión para transmitir a todos los lectores de Nueva Alcarria  y a sus trabajadores una feliz Nochebuena y Navidad. Nos emplazamos para desearnos lo mejor de cara al nuevo año.