La biblioteca de Jesús Campoamor: El gran amigo de Cela
De Cela tiene todos sus libros firmados e infinitos recuerdos y anécdotas. Fueron grandes amigos, sobre todo en los años en que los Cela vivieron en Guadalajara.
Guadalajara es lugar de bibliotecas: la que formó el Marqués de Santillana en su palacio, que fue la más rica de la época, la de los Duques del Infantado, que aglutinó siglos de historia hasta acabar malográndose a finales del XIX, o, más recientemente, la Biblioteca Pública del Estado, referente cultural desde hace décadas en torno al libro y la narración oral. Pero hay también bibliotecas privadas que, sin tener esa dimensión oficial o histórica, definen a sus propietarios y describen su recorrido vital. Recuerda Jesús Marchamalo, que de esto sabe más que nadie, que Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores formas de conocer a una persona es visitar su biblioteca.
Sabedor de que en esta tierra hay buenos amigos de los libros, poseedores de excelentes bibliotecas personales, me animo, con el beneplácito de sus propietarios, a visitar algunas, a sacar una muestra e iniciar, con este reportaje, una serie que les haré llegar poco a poco.
Empiezo visitando a una de las grandes figuras de la cultura de nuestra provincia y más allá, al pintor Jesús Campoamor, hombre vital, humanista, buen amigo, que siempre ha conjugado su pasión por el arte con la literatura, con la poesía en particular. Me acerco hasta Torija, a su casa, la casa que construyó y decoró junto a Delia Pinilla -su esposa, con quien hace un perfecto equipo- a la medida de ambos. “Una casa como yo”, decía Curzio Malaparte al construir la suya sobre un farallón sobre el mar, en la isla de Capri. Una casa en la que se encarnan sus moradores, llena de cuadros y obras de arte de Jesús y de otros artistas amigos, una casa que rebosa de objetos que cuentan un viaje, un encuentro, un momento, un recuerdo familiar, y atestada de libros, con una biblioteca repartida por todas las estancias que invade discretamente la vivienda, sin apenas notarse. Una casa como ellos.
Jesús y Delia son hospitalarios como nadie, cultivan la amistad con mimo, como quien cuida un bello jardín. Son entregados y se hacen querer con naturalidad, y eso se nota también en sus libros, entre los que destacan los escritos por sus muchos amigos escritores. Pregunto a Jesús por sus libros y me habla de sus amigos. Ahí están los de Cela, Manu Leguineche, Ramón Hernández, Paco García Marquina, Antonio Herrera Casado, Javier Reverte… y tantos otros. Todos ellos firmados con bellas y agradecidas dedicatorias. Magnífica la de Leopoldo Calvo Sotelo, “A Delia y Jesús Campoamor, que se empeñan -no sé por qué- en que nos hemos conocido hace poco, cuando yo sé que nos conocemos de toda la vida”; emotivas las palabras de Manu Leguineche, “Delia, Jesús, hermanos en el alma y el paisaje, que compartimos”; divertida y socarrona la de Cela, quien les firmó su Enciclopedia del erotismo de esta guisa: “A Delia y a Jesús, para que vayan aprendiendo”.
Jesús Campoamor ha comprado siempre libros, ha sido más lector de ensayo y de poesía que de novelas, siempre le ha atraído la Historia. De su biblioteca, destacaría una primera edición del Viaje a la Alcarria de quien fuera su gran amigo, el nobel Camilo José Cela. Es un libro que antes perteneció a Margarita de Pedroso, escritora que fue musa de Juan Ramón Jiménez y benefactora de Brihuega, donde creó una asociación de amigos, a quien Cela se lo firmó en su momento: “A mi buena amiga Margarita de Pedroso, tan vinculada a esta noble tierra y tan atenta al latir de la literatura”, para luego añadirle otra cuando Margarita se lo regaló a Jesús: “Y a Jesús Campoamor, con el fuerte abrazo de siempre”. De Cela tiene, por supuesto, todos sus libros firmados, e infinitos recuerdos y anécdotas. Fueron grandes amigos, sobre todo en los años en que los Cela vivieron en Guadalajara, hasta el punto de que fueron invitados a la gala del Premio Nobel cuando le fue concedido al escritor gallego, y no tiene para él más que palabras de tierno recuerdo y sincero agradecimiento.
No es menor el amor por los libros de Delia, quien ha encuadernado varios ejemplares de su biblioteca, desde viejas ediciones de Layna Serrano a Quijotes de Saturnino Calleja, pasando también por libros de amigos, como alguno de Víctor Nieto, o ejemplares inéditos suyos y de Jesús. Me llama la atención que muchos de sus volúmenes tienen un ex libris que, en realidad, eran las antiguas pegatinas usadas en la pastelería de su padre: “Campoamor. Guadalajara”.
Decía Borges que siempre imaginó que el Paraíso tenía forma de biblioteca. Jesús Campoamor tiene un jardín, que era la forma del paraíso terrenal (el Jardín del Edén), tiene un estudio, que es casa y museo a la vez, tiene una magnífica biblioteca y tiene y ha tenido siempre grandes amigos. No es de extrañar que ame la vida.