La educación a escena

22/09/2018 - 10:53 José Serrano Belinchón

“El nivel académico de los padres influye de forma determinante en el nivel educativo de sus hijos. Las posibilidades de que un joven continúe estudiando –añade-, más allá de la enseñanza obligatoria, se dispara si sus padres tienen también estudios superiores”, dice el informe Pisa.

 

Del informe de la OCDE que cada año emite, más o menos por estas fechas, en el que se da cuenta del momento actual de la enseñanza en Europa, he querido extraer alguna de las  conclusiones, por todos conocidas, y muy especialmente por los que de una manera u otra  hemos dedicado la vida como profesión a la enseñanza de niños y de jóvenes. Del referido informe me han llamado la atención sobre todo lo que en él se dice, éstas o parecidas palabras, en el sentido de que “el nivel académico de los padres influye de forma determinante en el nivel educativo de sus hijos. Las posibilidades de que un joven continúe estudiando –añade-, más allá de la enseñanza obligatoria, se dispara si sus padres tienen también estudios superiores”.

Puestas a salvo las excepciones a la regla general, y en atención a las cifras arrojadas por dicho informe, me llaman la atención las cifras referentes a nuestro país el pasado año, donde el 96% de los niños de tres años estaban escolarizados, mientras que la media de los países de la OCDE era de solo un 76%. En cambio, el 34% de los jóvenes adultos no llegaron en España a la educación secundaria superior, cuando la media en el resto de Europa fue del 15%; dato que se refleja en la tasa de españoles, comprendidos entre los 18 y 24 años, que no tenían empleo ni estudiaban, los llamados “ninis”, que era de un 20,9 %, cuando la media registrada entre los jóvenes de los demás países fue de tan solo el 14,05%.

            El frío de las cifras nos sobrecoge; algo tendremos (tendrán los responsables más directos) que hacer por evitarlo. El ambiente de la calle es el mismo para todos, mientras que el de las familias no lo es, cada familia es un mundo. Tomo como final este dato que hace referencia a nuestro entorno más cercano, en el que se demuestra que no es el económico el motivo principal de las consabidas diferencias; pues sabido es que “un albañil y un profesor tienen salarios mensuales que rondan los 2.000 euros, pero la diferencia cultural y de expectativas entre uno y otro se transmitirá en sus hijos.” Hay excepciones, ya lo sé, como en casi todas las reglas, pero lo son muy concretas y muy contadas.