Miedo al futuro

11/05/2020 - 10:47 Jesús Fernández

. La humanidad se encuentra ante un arsenal de armas de destrucción universal, enfermedades globales, otros fenómenos de aniquilación  y genocidio.

Se acabaron las utopías, las  promesas marxistas de un paraíso en la tierra o unas falsas ilusiones. El hombre, el político,  no puede prometer nada, ni garantizar nada.  El miedo ante el futuro predomina en el pensamiento de muchos ciudadanos. La humanidad ha llegado a un camino sin salida. Un giro de los tiempos y del progreso ha roto nuestra esperanza en un mundo mejor. Nuestro orden, nuestros sistemas  se han convertido en vacíos, absurdos, malos y extraños. Los suspiros se han cambiado y añoramos lo que nuestros antepasados añoraron. Hemos vuelto atrás, hemos retrocedido. ¿Quién cree ahora en el progreso indefinido? En la impaciencia revolucionaria  se ha metido el miedo a una felicidad gratuita, a una libertad no merecida, a una igualdad no alcanzada, a una seguridad insegura, a una sanidad garantizada, a una alegría del consumo y de la justicia social. 

Otros tienen miedo al presente. La humanidad se encuentra ante un arsenal de armas   de destrucción universal, enfermedades globales, otros fenómenos de aniquilación  y genocidio. La vida en la naturaleza, incluidos hombres, animales y plantas, está en peligro. ¿Qué hemos avanzado si no podemos asegurar la vida en  la tierra? Utopía sobre utopía. Sueños sobre sueños. Y algunos marxistas, jóvenes comunistas, pretenden  seguir engañando a una población inexperta. Todos suspiran por tiempos nuevos, caminos nuevos, vida nueva, lenguaje nuevo, valores nuevos, nueva creación, cielos nuevos. Esto pasará  y volveremos a la nueva normalidad. ¿Y los muertos que han quedado por el camino? El hombre es un ser que necesita creer y esperar en algo. Las esperanza interiores se han roto. ¿Qué nos queda? 

Las utopías sociales con una mezcla de sueño, realidad, impotencia  y esperanza han fracasado. Sólo se admiten las protestas de los revolucionarios. Más utopías, las mismas promesas. Sólo les interesa destruir el orden de los valores, las instituciones sociales, las iniciativas empresariales, las fuentes de producción y de riqueza, la fuerza del Estado. Ellos son el Estado. Han invertido la pirámide y en vez de ser el pueblo, son el Estado cuya fuerza utilizan contra el pueblo. La expropiación y la dictadura del proletariado son sus metas. Creen que el desastre del capitalismo es un capitalismo de desastre, salvaje, vertedero de la sociedad. Si colectivizan la economía es para que a ellos les salga gratis su riqueza. Porque ellos, los jóvenes marxistas, no renuncia al dinero, a la nómina, a la comodidad  y a la buena vda. Ahí están sus viviendas que les desclasifican. Son de la clase privilegiada, no de la clase obrera. No creen en la economía de mercado sino en el merado de la economía, el monopolio estatal mientras, como decimos, ellos sean el Estado.

El sueño de una edad de oro para la humanidad se ha roto. Los responsables de este fracaso nunca son ellos, los dirigentes políticos. Es el pueblo. Ellos son la solución. Acuden a la caducidad de la vida y de las cosas. Todo termina, todo pasa, todo llega a su fin- dicen-  en un cinismo insoportable. Sólo creen en el poder que nunca termina, nunca pasa. Poderoso caballero es el poder con dinero. Han convertido la esperanza en ambición y el miedo de los demás en mercancía y precio.