Monosílabo
Parece ser que un día votaron los diputados en el Congreso: no todo es ocio en la vida.
Parece ser que un día votaron los diputados en el Congreso: no todo es ocio en la vida.
Pues hete aquí que al pasar lista se saltaron a uno de ellos y no pudo vocear el monosílabo encomendado. Ese diputado vivió los peores momentos de su vida. Había sido elegido para votar y, aparte de colocar sus posaderas en el asiento que le asignaron en el hemiciclo, no había hecho otra cosa (todos sabemos que el no hacer nada se paga). Gracias a su estado de ansiedad, se le alteró la tensión, el corazón se aceleró, la saliva se deslizaba por las comisuras y se quedó al borde… del asiento.
En vez de llamar a la ambulancia, llamaron a la persona que cantaba los nombres y le recriminaron el saltito. Consciente, pronunció el nombre de tan responsable diputado y este con un hilo de voz, soltó el obligado monosílabo. La tensión se equilibró, el corazón dejó de brincar y la saliva… encontró las vías digestivas.
¡Qué felicidad sentía por haber cumplido con su trabajo, por haber sido fiel a sus votantes y por agachar la cabeza ante su jefe supremo! ¡Pocos tendrán unas vacaciones mejor ganadas!