Nuestros pueblos y la Semana Santa
El turismo de interior encuentra en la variada programación de estos días un motivo más para venir una provincia rica en costumbrismo.
Después del letargo invernal, especialmente acentuado en un año de frío y más lluvia y nieve de lo que se recordaba desde hace muchas décadas, según los valores registrados, nuestros pueblos retoman el pulso con la llegada de la celebración de la Semana Santa. Más allá de la trascendencia de sus conmemoraciones en el seno de la Iglesia y para los creyentes, en un país en el que más de un 70% de los ciudadanos se declara católico, las manifestaciones de fe que se suceden por toda la geografía provincial suscitan el interés de miles de personas por la belleza de los pasos, la espectacularidad de los desfiles procesionales, la intensidad en las representaciones de las pasiones vivientes y la sobriedad, el silencio y el respeto con que se desarrollan estas celebraciones. En la capital, con declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional, más de cuatro mil quinientos cofrades salen a la calle para acompañar a quince pasos procesionales en varias citas que alcanzan su máxima expresión en la noche del Viernes Santo. En la provincia, la oferta es amplia, desde la procesión de Los Armaos, en Sigüenza, que nos transporta a la Edad Media, o el recuperado Descendimiento, a la pasión cofrade de la que hace gala desde hace siglos Atienza, pasando por los Soldados de Cristo de Budia que custodian el Sepulcro desde el siglo XV o las pasiones vivientes de Fuentelencina, Hiendelaencina, Trillo, Albalate de Zorita o el Pozo de Guadalajara. Y así podríamos, uno a uno, enumerar los pueblos, grandes, pequeños y medianos, que se esfuerzan por mantener, recuperar o relanzar sus tradiciones, como es el caso de Molina de Aragón. El turismo de interior encuentra en la variada programación de estos días un motivo más para venir una provincia rica en costumbrismo. Es momento de poner en valor el esfuerzo y dedicación de cofradías, hermandades y vecinos, así como de mirar a la región de la que formamos parte en la que tienen lugar fiestas declaradas de Interés Turístico Nacional e Internacional que merecen ser visitadas, al menos, una vez en la vida.