Un molino en el Bornova

05/07/2016 - 21:39 Luis Monje Ciruelo

Presumo de conocer todos los pueblos de la provincia y mentiría si dijera que también sus paisajes.

Presumo de conocer todos lo pueblos de la provincia y mentiría si dijera que también sus paisajes, algo imposible en unas tierras que alguien ha calificado de “La Suiza Española” pero puedo afirmar que, entre los mil rincones  que podría recomendar, el que conocí el pasado sábado sería uno de los primeros. Si en Italia dicen que se extiende la moda de convertir los faros marítimos en hoteles, en Guadalajara no estamos lejos de transformar los molinos ribereños en atractivas casas rurales. No como aquellas pioneras de los años cincuenta en que bastaban unas camas y un baño para llamar a una casa de pueblo casa rural. Hoy, una casa rural que se precie necesita no sólo estar en plena naturaleza, sino en un paisaje selecto, mejor junto a un río, y con  limpieza, comodidades e Internet como cualquier hotel. No quiero hacer publicdad de nadie, pero tampoco debo silenciar el hallazgo de un molino-casa rural en el río Bornova, en un bello paraje en el que estuvo el despoblado de Castilpelayo,  término de Gascueña de Bornova, y cuya historia está relacionada con la riqueza aergentífera de Hiendelaencina y la prosperidad de La Constante, la fábrica para el beneficio del mineral que se extraía. Ahora  que hay fondos europeos destinados especialmente para zonas deprimidas y despobladas pero con condiciones para recuperarse y asegurar su futuro, o sea  comarcas, como las de Molina de Aragón y Sierra Norte con apenas dos habitantes por kilómrtro cuadrado, más o menos como las estepas siberianas, pero con clima menos duro y mejores comunicaciones, las administraciones deberían medir mejor sus promesas porque, sin ir más lejos, el matrimonio de emprendedores que ha promovido esta casa rural ha tenido que arreglar por su cuenta varios kilómetros del camino de acceso sin recibir ninguna subvención. Sólo una pequeña, para instalar placas solares, más bien préstamo, porque la han tenido que devolver. El día que quiera pasar yo un inolvidable fin de semana en plena naturaleza, no sólo forestal, con nogales y cerezos silvestres cargados de fruto, ambientada con caballos gallinas, patos, cabritos, ya sé a dónde tengo que ir. Tendría asegurado el despertar con el kikirikí de un gallo y los balidos de cabritillos, algo que no vivía desde mis doce años en mi  Palazuelos familiar, aunque entonces contaba con doce años  de edad y más agilidad. Y añado una curiosidad de la ruta Sierra Norte: Se alquilan motos acuáticas en el embalse de Alcorlo.