1919: un verano sin patatas y sin censura previa

04/08/2019 - 17:02 Jesús Orea

En los primeros lustros del siglo XX, Guadalajara ocupaba el décimosexto lugar de las capitales de España con menor índice de analfabetismo.

Cuando apenas adolescente, estudiando entonces en los Salesianos alguno de los cursos del pomposamente llamado y hoy extinto Bachillerato Unificado Polivalente (BUP), tuve mi primer contacto con el mundo del periodismo; mejor dicho, con el de la tecnología de la información. Mediaban los años 70 del siglo pasado, no recuerdo si en ese momento ya había muerto Franco o no, de lo que sí me acuerdo perfectamente es que corrían vientos de cambio y las ciclostiles -mimeógrafos tenían por nombre real-, unas singulares máquinas que permitían realizar muchas copias de textos de forma rápida y barata, echaban humo. Día sí, día no, caía en tus manos un libelo del llamado Club Juvenil -vivero de militancia del PCE, entonces aún en la clandestinidad-, un pasquín con alguna reivindicación sindical cuando aún solo operaba oficialmente el sindicato vertical franquista, la programación del Cine-Club Don Bosco, antecedente del Alcarreño que se permitió traer ya películas de cineastas sociales y/o de arte y ensayo como Eisenstein, Ingmar Bergman o Truffaut, y una revista colegial, llamada “Despertar”, de corta, pero para mí intensa vida, y en la que publiqué mi primer artículo. A pesar de la precaria tecnología de la “ciclostil”, más cercana a Gutenberg que a Bill Gates, su fuerte olor a tinta y su monótono sonido al multicopiar penetraron por mi nariz y mi oído y ahí se han quedado para siempre. Esas sensaciones, para mi iniciáticas en el mundo del periodismo, fueron corregidas y aumentadas cuando, con apenas 17 años de edad, comencé a colaborar en el desaparecido y para mi muy querido semanario “Flores y Abejas”; al bajar, cada martes, al cierre de sus ediciones a pie de imprenta, el denso olor a tinta de las impresoras plano-cilíndricas sustituyó al más liviano de la de los mimeógrafos, el sonido metálico del teclear de la linotipia al más gomoso de la máquina de escribir y el tacto rugoso del papel de los clichés al frío del plomo de los tipos que salían de la caja para componer los titulares.

Desde aquél “Despertar” -con mayúscula, pero también con minúscula- mi afección por el mundo del periodismo e, incluso, por el de las tecnologías de la información, ha ido in crescendo. A pesar de que yo nací para él cuando el papel y la tipografía lo vertebraban y materializaban, en estos tiempos en que la virtualidad se impone, surgen diarios digitales como hongos y cierran viejas cabeceras periodísticas con la facilidad y frecuencia del que baja el cierre metálico de un comercio, proclamo públicamente que amo el periodismo y respeto y admiro mucho a los periodistas. Esos profesionales, en muchas ocasiones muy exigidos y casi siempre mal retribuidos, que, a pesar de la precariedad actual que aqueja a gran parte de la profesión, siguen ahí, al pie de la redacción y de la calle, esperando mejores tiempos y empresarios que crean, de verdad, en la información veraz e independiente como negocio, pero que no mercadeen con la veracidad de la información ni caigan en el amarillismo con la facilidad del que se cruza de acera. 

Hasta ahí puedo -mejor dicho, quiero- escribir sobre la cuestión porque la segunda mitad del “Guardilón” de este mes voy a dedicársela, precisamente, a la prensa que había en la Guadalajara de hace un siglo, la de finales de la segunda década del siglo XX. Contextualizando, hemos de recordar que entonces reinaba en España Alfonso XIII y que en el gobierno se alternaban liberales y conservadores. Los líderes de los liberales, en aquellos años, eran “nuestro” Conde de Romanones, en solitario desde 1913 a 1918 y turnando liderazgo con Manuel García Prieto entre 1918 y 1923. En lo que al partido Conservador se refiere, Eduardo Dato y Antonio Maura pugnaban por su control y poder en aquel tiempo. En nuestra provincia, como es archisabido, los liberales de Romanones ganaban elección tras elección, salvo en el partido judicial de Molina, gracias a la hábil política caciquil de Álvaro de Figueroa y Torres, que no fue quien inventó el caciquismo, pero sí quien lo sublimó y se convirtió en un icono de esta práctica política propia de finales del XIX y principios del XX. En 1919, el gobernador civil de la provincia era Alfonso Rodríguez -en diciembre de ese año le sustituyó el famoso torero Luis Mazzantini-, el presidente de la Diputación era el conservador Ángel Aguado y alcalde de la capital el liberal Vicente Pedromingo.

Procede referir que, en los primeros lustros del siglo XX, la ciudad de Guadalajara ocupaba el decimosexto lugar de las capitales de España con menor índice de analfabetismo, siendo el de la capital alcarreña próximo al 30 por ciento de la población -10 por ciento menos que la media nacional-, doblándose el número de mujeres que no sabían leer ni escribir respecto al de hombres, algo habitual en el conjunto de España. En una población de poco más de 13.000 habitantes como entonces tenía la capital alcarreña, se editaban semanalmente varios periódicos, entre ellos: 

- “La Crónica” (fundado en 1885, de ideología liberal y claro corte romanonista)

- “Flores y Abejas” (fundado en 1894, de inspiración política moderada y que nació siendo una “Revista festiva, literaria y de Noticias”). 

- “La Alcarria obrera” (fundado en 1906 y en cuya cabecera se autocalificaba como “periódico quincenal defensor de los intereses obreros”. Tras cerrar en 1911, su testigo lo tomó otra cabecera con el nombre de “La Juventud obrera”, también vinculado a la Federación de Sociedades Obreras).

- “La Unión” (fundado en 1907 y de simpatías conservadoras).

- “La Palanca” (fundado en 1910 y de tendencia conservadora maurista).

- “El Liberal arriácense” (fundado en 1914 y cuya orientación política ya queda explícita en su cabecera).

- “El atalaya de Guadalajara” (fundado por un médico, Ángel Campos).

- “Avante” (órgano de información del PSOE, fundado en 1920 y que se editó hasta 1934. La aparición de este periódico fue el preludio del surgimiento, ya en tiempos de la República (1931-1939), de un amplio número de cabeceras locales de izquierdas y obreristas, entre ellas Vanguardia, Abril, Frente, U.H.P., Hoz y Martillo, y Ruta (comunistas), Zancadilla (Sociedad Deportiva Obrera), Comuna Libre (CNT), y 21 de Julio (Juventudes Socialistas).

- “Renovación” (autocalificado como “semanario popular ilustrado”, se editó entre 1926 y 1929. Esta publicación se distinguió por la proliferación de fotografías, y además de calidad, en sus páginas).

¿Y qué contaba la prensa guadalajareña de aquellos años y cómo lo hacía? El periodismo que se practicaba entonces mezclaba habitualmente información con opinión, la ironía y la sátira eran recursos habituales usados por los columnistas, muchas cabeceras, como ya hemos visto, eran órganos de información de partidos y asociaciones y, por tanto, tenían posiciones de bandería, se practicaba mucho el “gacetillismo” -publicación de noticias cortas-, informaban abundantemente de los “ecos de sociedad” y solían llevar mucha publicidad; incluso, a veces, ésta doblaba el espacio que ocupaba la información.

Termino ya diciendo que, en el verano de 1919, es decir, hace un siglo, los periódicos locales de la época estaban muy preocupados porque había mucha escasez de patatas en el mercado y en Alcalá se vendía el kilo a 30 céntimos, mientras que en Guadalajara, el poco abasto que de ellas llegaba, se pagaba a 35 ó 40 céntimos. El gobernador Rodríguez fue muy criticado por no solucionar el problema de desabastecimiento y carestía de tan popular, demandado y apreciado tubérculo.

Y una muy buena noticia para el periodismo en el inicio de aquel estío de hace 100 años: se eliminó la censura previa, aunque eso sí, solo temporalmente y mientras durara la campaña electoral entonces en marcha. Hasta ese momento, todos los originales que se pretendiera publicar en un periódico debían ser llevados al gobierno civil para ser supervisados y autorizados. Como es sabido, aquella decisión gubernamental fue revocada, no una, sino varias veces, a lo largo del siglo XX. El periodismo, más que volar libre, casi siempre lo ha hecho con plomo en las alas.