A piñón fijo

02/12/2010 - 00:00 Isaías Lafuente

Sólo hay una cosa más desconcertante que lanzar una pregunta y no obtener respuesta. Y ésa es que te respondan. Algo así le pasó a Mariano Rajoy en la última sesión de control parlamentaria cuando preguntó al presidente qué medidas tenia previsto tomar para aliviar la situación de los pequeños y medianos empresarios y Zapatero le desplegó una batería de medidas que piensa llevar al consejo de ministros, entre ellas alguna muy concreta para aligerar la carga fiscal de las pymes. Su cara fue un poema y su respuesta torpe, porque los guionistas no habían considerado esa posibilidad al escribir la réplica. También fue elocuente la imagen de José Antonio Alonso y Eduardo Madina asomándose sobre la espalda de Zapatero para escudriñar el gesto del líder de la oposición ante el golpe sorpresa. Fue extraño, porque Mariano Rajoy se desenvuelve muy bien en el debate parlamentario. Nada le habría costado descodificar las propuestas del presidente para identificar entre ellas algunas que él mismo lleva reclamando hace meses y anotárselas en su haber. Pero cuando uno va a piñón fijo hasta las pequeñas pendientes se hacen insoportables. Mariano Rajoy no perdona a Zapatero cuando se equivoca ni cuando rectifica. Le reprocha su inacción al tiempo que deslegitima cualquier cosa que haga calificándola de improvisación. Le critica tanto su soledad política como sus fotos multitudinarias. Y cuando los datos niegan su realidad no hace ascos a que sus portavoces siembren sospechas sobre quien los elabora. Ese Gran Hermano depredador al que llamamos mercado está jugando al casino con Europa. Y cuando apuesta contra España lo hace a medio y largo plazo, observando a quien nos gobierna y a quien tiene la posibilidad de hacerlo en un futuro para justificar sus desmanes. Cuando el líder de la oposición explica los ataques y nuestro diferencial con Alemania por la falta de credibilidad de Zapatero, debería preguntarse porqué nuestro bono a diez años se lo cobran tan caro los mercados. Se supone, al menos él lo supone, que para entonces llevará ocho años gobernando y el milagro se habrá consumado. Pero fuera parecen no fiarse..