Accidente en Cuatro Caminos

02/02/2014 - 23:00 Conchita del Moral

He leído en Nueva Alcarria el desgraciado atropello de una mujer de 44 años, enfermera de Pediatría del Hospital Universitario de Guadalajara, en el cruce de la calle San Agustín con Eduardo Guitián. Responde la víctima a las iniciales de M. G. V. Dicho sea de paso, ¿porqué ocultar el honroso nombre y apellidos de una trabajadora que se dirige a su puesto de empleo a las 7.38 horas de la mañana, es decir, con el suficiente tiempo para fichar con holgura antes de las 8.00 en su puesto de trabajo? ¿es una deshonra –por lo que habría que ocultar su nombre– o más bien lo contrario? Por Dios, olvidémonos de lo políticamente correcto: luz y taquígrafos para quien cumple y da ejemplo.
El origen del accidente radica en que ni las autoridades municipales ni las autonómicas han sido capaces de garantizar hasta ahora, tanto a pacientes como a funcionarios, un aparcamiento digno y barato en el Hospital, lo que obliga a que la gran mayoría de los usuarios estacionen su vehículo lejos del lugar a donde van: nadie debe pagar diez euros por visitar a un ser querido hospitalizado. Y menos un trabajador que acude al centro sanitario para cumplir con su obligación laboral. Un primer inconveniente que no tiene ningún sentido. Primera tarjeta roja.
 Esta circunstancia obliga a que las personas que acuden al Hospital –y se ven obligadas a aparcar sus coches a una distancia tan considerable, es decir, en las traseras del edificio Hercesa o incluso más allá, cuando ya no queda sitio–, una vez estacionado su vehículo, tengan que atravesar a pie el cruce de la calle San Agustín con Eduardo Guitián. Todos sabemos que se trata de un punto de conflicto viario extremadamente peligroso, donde a menudo se producen colisiones. Por si fuera poco, a alguien se le ocurre añadirle un paso peatonal, hoy muy utilizado. Brillante idea.
Digámoslo sin rodeos ni fruslerías: este cruce es letal, porque a numerosos automovilistas, una vez superada la primera interrupción del nudo, les da tiempo para pegar el acelerón y meter hasta la quinta velocidad. En consecuencia, los conductores que no se lo saben se ven incapaces de frenar, tanto por su propia e ineficiente educación vial como por el inadecuado diseño con el que está concebida la travesía. El peatón que cruza, se la juega y piensa: ¿se detendrá este coche que viene tan lanzado o no? Si me detengo, renuncio a mis derechos como peatón. Si avanzo, me enfrento con un riesgo real. ¿Qué hago? Segunda tarjeta roja. Si el nudo de Cuatro Caminos es un pésimo diseño, es decir, un ejemplo de lo que no se debe hacer, tanto para peatones como para vehículos, ¿porqué los policías de tráfico no denuncian este manantial de accidentes?, ¿porqué las autoridades municipales no ponen los medios para evitar nuevas desgracias? ¿debemos recordar que este cruce ya ha producido víctimas mortales? ¿existe una alternativa que garantice la seguridad? La respuesta a estas preguntas, una vez más, será el silencio: recordemos que el siniestro y tortuoso recorrido peatonal que enlaza los jardines del Hotel Alcarria con la avenida Eduardo Guitián –una obra cara, inútil y peligrosa– lleva hecho ya más de seis años. Mientras tanto los mandatarios locales que la ejecutaron miran para otro lado: sienten que ya han cumplido. Tercera tarjeta roja.
Como muchas otras personas, casi todos los días laborales realizo el mismo recorrido hacia mi trabajo, cruzando el nudo peatonalmente de Cuatro Caminos. En mi caso, desde hace ocho años. Siempre con mucho cuidado. A pesar de ello, en tres ocasiones he estado a punto de ser embestido por automovilistas distraídos o apresurados. Alguno de ellos, con semblante de mala conciencia al ver lo que habían podido provocar. Salvado por los pelos, he tenido más suerte que M.G.V, atropellada por un indigno conductor que para más inri se dio a la fuga.
En fin, autoridades, salvaguarden nuestra integridad y nuestras vidas. No se olviden de que una trabajadora –a quien solo puedo identificar por sus siglas M.G.V., pero con quien me solidarizo y le deseo lo mejor–, por cumplir con su obligación laboral, estuvo a punto de morir una gélida noche del mes de enero de 2014. A la hora del alba, poco antes de amanecer. No es justo, no lo es. hijos sufren, se sienten extraños. Tengamos sentido común y defendamos la familia.