Agáchate Sánchez

06/10/2018 - 14:05 Javier Sanz

Moisés ha abierto en dos las aguas de la prensa y los nidos de metralleta cruzan fuego del calibre 36. Nunca se había despachado tanto bicarbonato. 

El país no es que sea otra cosa, sino que nos gustaría que fuese otra cosa, más calma, más unitaria y moderna, más acorde a lo prioritario: la solución de los problemas que acechan y por su categoría, de los globales a los menores; de los urgentes a los crónicos. Pero no, esta demarcación de la Europa del Sur con forma de pellejo de toro está a otra cosa como racial, sintetizada por Goya en su lienzo “A bastonazos”, verdadero escudo nacional. La interpretación del cuadro ya no está tanto en la composición, la técnica, el color, el dibujo o la fuerza, sino en la fecha, que no caduca. Goya dibujó la España eterna, la de unos contra otros, si bien en tal día tenía el alivio de que el país era una meseta donde campaban los arcabuceros. Hoy no, en el genoma ibérico aparecen dos bastones antagónicos y de signo contrario, de los cuales hace más ruido al choque el que no manda.

Y la cosa viene desde el día exacto: cuando al jefe le robaron la cartera en el Parlamento y estuvo toda la tarde buscándola en un restaurante a la sombra de la Puerta de Alcalá. Dándola por perdida salió de noche del garito y se fue a hacer las maletas. Ese día tendrá en su momento, hora a hora, una película tragicómica. La cartera se la habían birlado los amigotes vascones, la limpiaron de billetaje y se la tiraron, con las tarjetas, a Sánchez, que le dio buen uso. Pero dentro de un orden, sumando en regla lo que hacía falta para quedarse con el primer sillón azul, de ahí que lo proclamara el Rey y en el BOE.

Desde entonces no hay bastón del personaje de la derecha que pare quieto, mientras el de la izquierda hace lo que puede. Barra libre pero de puticlub: dan igual las gafas de sol del, se quiera o no pero legal, presidente de Gobierno hasta el vestido de su mujer, a la que se llama “okupa consorte” en las redes, cuando lo de okupa creíamos que era la ocupación ilegal de un local. Si cae el bastón al suelo lo aprovecha Rivera para dar dos zurriagazos con la tesis –él, que corrigió dos veces su currículo-. De nuevo, como hacía tiempo, Moisés ha abierto en dos las aguas de la prensa y los nidos de metralleta cruzan fuego del calibre 36. Nunca se había despachado tanto bicarbonato, ni tanto omeprazol, para leer lo que corre por los muros, actuales escupideras de los portales de Galdós.

En estas mal andamos. Sánchez, en compañía de otros, tachó las cinco casillas del cartón para cantar “línea” mientras otros llevaban catorce pero sin alinear. Al cliente de todas las tardes del bingo le chuleó un pardillo que entraba por tercera vez y se llevó la caja. Cuando salió a la calle con el fajo prieto ya le habían rajado las cuatro ruedas del buga. Entonces el gorila le gritó desde la escalera: “Agáchate, Sánchez”. Nadie sabía que quedaba tanta pólvora en las casas del barrio, rancia pero de tiro largo. Empezaban a caer ministros, de quienes se vendían las escrituras de sus posesiones y los trabajos de sus másteres en las esquinas, a precio de puta.