Ahora, los Toros

23/05/2020 - 17:10 Javier Sanz

En esta fiesta culta viene convergiendo lo divino y lo humano, lo costumbrista y lo canónico, lo intuitivo y lo científico- que alto grado ha alcanzado la Cirugía taurina. 

Seguían cayendo los españoles por centenares y al alguacilillo Iglesias le dio por abrir la puerta de toriles como suele, sin mirar a la presidencia pues con su penacho emplumado presidente se cree. Mira que hasta los médicos de plaza no querían ni hablar del asunto y se recluían en los hospitales para arrimar el hombro y tratar a la humanidad doliente cogida a traición por el virus asesino, mira que ni el propio San Isidro había hecho intención de revestirse para estos días de fiesta en la Corte, mira que la gente está a lo que está, aun pasándolas canutas por no poder levantar el cierre cuando hoy el país vive al día. Pues va el alguacilillo, se afecta y proclama, nada menos que en el Senado, que le “incomoda” enormemente que se reivindiquen las corridas de toros como algo cultural.

Más allá de que no fuera momento para tratar este asunto, y menos en el Senado, donde a sus señorías se les supone andan volcados en el prioritario asunto que afecta actualmente a los españoles, la asistencia sanitaria, o en el inminente, la asistencia socio-económica de un país, se incomoda el tal vicepresidente con la percepción personal de la reivindicación como cultura de la Fiesta de los Toros.

Nunca currículos tan pobres picaron tan alto, entre ellos el del tal alguacilillo naturalmente, no digamos el de su compañera, etc. Jamás con menos se sentó nadie en la mesa del Consejo de Ministros, incluso para hablar de Turismo –Garçon, s’il vous plaît!-. Todo viene a tener una explicación: saben de todo pero de nada saben, y creen que en el altavoz subyace innato el argumento, pero al mirar por dentro está hueco como se sospechaba pues a hueco sonaba. ¿Qué saben de la relación entre toreros y políticos durante la II República, de Picasso con los “rojos dominguines”? ¿Acaso era un inculto Enrique Múgica, asiduo en Las Ventas, como un pincel, hasta última hora?   

De Toros vienen a saber lo mismo que de tantas cosas, poquito, pero vuelven a pontificar. Al tal vicepresidente, y a destiempo, en plena pandemia -¡tápese, hombre!-, le “incomoda” que se trate esta vertiente de cultura milenaria como algo cultural. Seguramente Goya, Bayeu, Lucas, Fortuny, Zuloaga, Solana, Picasso, Dalí, Miró, Botero o Barceló se asomaran a la Fiesta para echar la tarde o, también, llevados de su manifiesta incultura. Seguramente Moratín, Valle Inclán, Ortega, Bergamín, Hemingway, Lera, Cela o Vargas Llosa otro tanto. No digamos ya el más inculto si cabe García Lorca que así escribía: “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. Sí, Federico, el autor del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” se quedaba más huérfano cuando éste, el que tomó la iniciativa para conmemorar el III Centenario de la muerte de Góngora, en el Ateneo de Sevilla, encuentro al que acudieron el propio Lorca, Diego, Alonso, Cernuda, etc. y del que saldría la “Generación del 27”, falleciera en Madrid en 1934. Qué cosas estas del mundo taurino y la literatura. ¡Qué raras “incomodidades” culturales se sufren en las alturas vicepresidenciales!

  En esta Fiesta culta vienen convergiendo lo divino y lo humano, lo costumbrista y lo canónico, lo intuitivo y lo científico –qué altísimo grado ha alcanzado la Cirugía taurina y cuánta experiencia ha servido a otras cirugías- porque no puede ser de otra manera, porque también los Toros se acoplaron a los tiempos y se mimaron a los maletillas en Escuelas taurinas para que cursen estudios y aprendan pronto que a figura llegan cuatro pero los demás al menos tendrán instrucción en lo suyo y estudios oficiales; y se cuidaron a los bureles como se merecen, que llegarían a desaparecer en la raza brava si se prohibiera la Fiesta. Y se aplicaron reglamentos taurinos por consenso porque los Toros son siempre de su tiempo y no se consiente la barbarie y si se comete se aplica la ley, como corresponde. 

Hay de todo, como en cualquier actividad que protagoniza el hombre, qué duda cabe. Y también hay toreros “petardo”, es cierto. Como en todas las profesiones, hay quien no vale, no aprende o, también, torea fueracacho y se pasan la vida unos sabiendo que no cuela aunque otros contoneándose enamorados de su sombra, hasta que les llega el día. No vea usted qué alivio siente el graderío, al menos los más entendidos en esta muy culta Fiesta, cuando estos pollos se retiran, el día que les cortan la coleta.