Al mal tiempo, buena cara

23/12/2010 - 00:00 Rosa Villacastín

 
Acabamos de iniciar la temporada de invierno, una época en la que en nuestras latitudes suele llover e incluso nevar. Esto, que es de Perogrullo, a veces se nos olvida y a ello contribuye un sistema de información que para cubrirse las espaldas ante cualquier contingencia imprevista, siempre se ponen en lo peor. A veces de forma tan alarmante que los prejuicios que originan son más graves que los daños que intentan evitar. Es lo que ocurrió el pasado fin de semana, cuando desde todos y cada uno de los medios de comunicación de nuestro país, se nos dijo que evitásemos viajar, debido al mal tiempo reinante en gran parte de la península. Una alerta que afectaba a 38 ciudades, entre ellas las del norte de España. Temerosa ante semejante panorama decidí dividir el viaje que previsto en dos etapas: dormiría en el Landa Palace de Burgos, y de allí, a la mañana siguiente, a San Sebastián. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando al llegar al hotel nos encontramos con una temperatura que para nada auguraba nevadas ni grandes hielos. Ante semejante panorama les preguntamos a los dueños del establecimiento a qué se debía este cambio de temperatura. Nos dijeron que tanto el hotel como el afamado restaurante apenas si tenía clientes ese fin de semana debido a las noticias tan alarmantes que había difundido la Agencia Nacional de Meteorología. Resultado: la gente viaja menos, consume menos y las carreteras están casi desiertas para no correr riesgos, lo que me lleva a la siguiente reflexión: alguien debería afinar un poco más en la información que se da al respecto, pues si bien es cierto que ha habido ocasiones en las que una imprevisión estuvo a punto de originar una catástrofe, como lo sucedido hace un par de años en la autopista de Burgos hacia el Norte, también lo es que la mayoría de las veces se alarma innecesariamente a la gente, quizá porque anunciar mal tiempo, temporal y nevadas vende más que lo contrario. Que eso ocurra con los recursos de los que dispone la Agencia Estatal resulta sorprendente. Más si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en las competiciones de Fórmula 1 los equipos disponen de previsiones con quince minutos de antelación y saben en qué curva de los circuitos puede llover. Recuerdo la protesta airada de Miguel Angel Revilla, durante una Semana Santa por anunciar un tiempo horroroso cuando en Santander lucía el sol. Me consta que los responsables de turismo de Baleares y Canarias luchan denodadamente para evitar ese miedo en el cuerpo que acostumbran a meternos los informantes meteorólogos. .