Al rescate del hombre

20/06/2012 - 00:00 Redacción


  El análisis social y, en particular, el discurso económico actual nos proporcionan una serie de conceptos polivalentes que tienen una gran movilidad dentro de las ciencias humanas. Pero esa transferencia o capacidad intercambiable de las categorías obedece a la unidad de todo pensamiento y lenguaje que es el hombre. En el fondo de toda ciencia o consideración está el hombre y la economía no es más que la expresión de sus preocupaciones y el reflejo de su estructura.

  Estamos experimentando de lleno la vulnerabilidad y fragilidad de los procesos y de las intervenciones humanas en materia económica. Fallan las previsiones y entramos en una fase de peligros, de riesgos, de alarmas que nos obligan a maniobras de salvamento y de rescate. Vuelve la cultura de la debilidad necesitada de redención, los tiempos del mesianismo, de los falsos profetas y de las múltiples promesas. Tenemos la sensación de que todo se hunde a nuestro alrededor, de derrumbe y de naufragio, y que necesitamos de ayuda de los demás porque nos sentimos impotentes. Como decimos, todo esto no es más que una expresión de la condición humana y social. Por el camino de la modernidad y del progresismo se han quedado muchos mitos caídos o rotos y muchas ideas inservibles.

  La caducidad de los conceptos que creíamos eternos. ¿Dónde está aquella fe ciega y convicción profunda de que el desarrollo o crecimiento material era imparable? ¿Dónde queda la validez de la fórmula capitalismo igual a creación de riqueza y bienestar? ¿Dónde queda la seguridad en el empleo y su extensión? Por el contrario, el rápido y excesivo enriquecimiento de unos significa la gran pobreza de otros. No podemos objetivizar el crecimiento económico, científico o tecnológico separando sus exigencias y sus causas del hombre, de la solidaridad global. Tenemos que revisar muchas de nuestras posiciones intelectuales. Con el fracaso de las previsiones en economía asistimos a un fracaso de la razón.

  Sin el hombre no hay desarrollo pues todo progreso tiene que respetar y obedecer las condiciones y las reglas morales de la actividad en el mundo. Estamos ante la perplejidad y la desorientación más grande de las promesas interminables de nuestra época. Vamos a tener que volver a la gran ecuación de la crítica marxista: la miseria económica es reflejo de la miseria moral. No hay liquidez moral, no hay disponibilidad de recursos ni de valores. La civilización se está empobreciendo.

  Por consiguiente, no hay rescate económico que no sea, a la vez, un rescate del humanismo en la economía. Hay que recuperar muchos valores perdidos. En primer lugar, la veracidad en nuestras informaciones y explicaciones. La democracia no se puede levantar sobre el error y el engaño de la población. Es necesario un trabajo de saneamiento de la comunicación entre gobernantes y ciudadanos. No hay otra ingeniería que no sea la verdad de los datos.

  El crédito antes que instrumento económico comienza por ser una categoría moral en la que se basa el diálogo social. Necesitamos una aplicación rigurosa de hábitos de trabajo, de contención, de renuncia y sacrifico, de solidaridad y austeridad. La fiesta del consumo y de la abundancia no es buena para nadie. El deterioro de nuestra situación económica, social y moral ha traspasado los niveles de necesidades habituales y estamos en fase de urgencia y situaciones límites. Las medidas de intervención no son ya paliativas sino de salvación. Se cierra el horizonte y se multiplican las preguntas y ¿ahora qué? Hay que echar mano de la esperanza.