Alcalde taurino


Pretender compatibilizar la precaución con la fiesta es imposible, o al menos así lo ve un alcalde-taurino al que le preocupan todos los sectores que viven de unas fiestas.

Alguien me conoce sabe bien de mi afición a los toros, a la fiesta nacional. No lo he negado nunca. Me gustan los toros, y las corridas en la plaza. Hasta este año he tenido abono de Ferias en la plaza de toros de Guadalajara junto con mi malogrado amigo Angelete. Y siempre he respetado y asumido las críticas de las personas a las que no les gusta la fiesta de los toros, sobre todo las de aquellas personas que las hacen con todo el respeto.

Llevo 17 años de alcalde de Marchamalo. Durante todos estos años he intentado preservar y engrandecer una Fiesta Taurina en la que el equilibrio de lo que “queríamos” ante lo que “podíamos” hacer nunca ha sido nada fácil.

Pero la Fiesta taurina no viene sola. No solo hay toros en el mes de agosto en Marchamalo. Es más, diría que lo que era la bandera de la fiesta se ha convertido en un complemento más de la misma. En la tercera semana de agosto en Marchamalo confluyen las tremendas ganas de compartir alegría de las peñas, la despedida del verano, la afición taurina (aunque parece que cada vez se está relegando la afición del festejo en la plaza por el festejo de calle o de campo), la música, las atracciones de feria, los chiringuitos, las charangas… 

La Fiesta de agosto en Marchamalo, como en muchos otros pueblos de España en los que se celebran fiestas entorno al toro, son una explosión de muchas ofertas de ocio y disfrute. Una confluencia de alegría que va mezclada con la oferta que, desde los Ayuntamientos, nos empeñamos en ofrecer a nuestros vecinos y vecinas y a quienes no lo son, a quienes nos agradan con su visita para el disfrute de la misma.

Los encierros no solo atraen a los que los practican. Y las corridas de toros o las novilladas en Marchamalo solo llenan un exiguo 25% de la taquilla de la plaza. Tras un encierro, tras un festejo de toros hay bares, quioscos, atracciones de feria, peñas, verbenas, alegría… Qué raro sería hacer una fiesta de agosto en Marchamalo o en cualquier pueblo solo con encierros o corridas de toros, ¿verdad?. Y toda fiesta tiene algo que es imprescindible, la gente. En Marchamalo se han llegado a medir más de 10.000 personas en las últimas fiestas de agosto. 

   Con todo ello los Ayuntamientos, la mayoría, somos los que con el dinero de nuestros vecinos y vecinas pagamos íntegramente la fiesta (aunque tengamos recaudación de las personas más comprometidas con la misma, pero totalmente insuficiente). 

  Y ahora tenemos con nosotros al COVID-19. Ahora toca tomar medidas que garanticen el distanciamiento, la higiene, toda la regla que evite contagios. Tenemos todavía un virus que, si no ponemos todas las medidas que podamos, volverá a hacer estragos en nuestra sociedad. Y la mejor invitación para que el virus rebrote es invitarle mediante grandes concentraciones de gente en las que la diversión y el disfrute son las principales distracciones de lo que más necesitamos: precaución. Pretender compatibilizar esa precaución con una fiesta es imposible, o al menos así lo ve un alcalde-taurino al que le preocupan todos los sectores que viven de la celebración de unas fiestas, pero más me preocupan los motivos de contagio que se pueden producir entorno a la misma.

Por eso en Marchamalo no haremos fiestas de agosto, nuestras fiestas de los toros. Y por ello no estamos en contra de ganader@s, torer@s, banderiller@s, recortador@s, veterinari@s, médic@s, ambulancier@s, ni tampoco de los quiosqueros, charangas, orquestas, atracciones… Hemos decidido esperar a 2021 por la prudencia que nos dicta el sentido común, y por eso pedimos la misma comprensión y compromiso con la fiesta que hemos demostrado siempre nosotros. Porque para la fiesta de 2021 queremos tener con nosotros a las mismas personas que no la van a poder disfrutar en 2020, y así poder volver a celebrarlo tod@s junt@s.