Alta velocidad
Los trenes a Sigüenza cada vez son menos, los cercanías a Madrid son una aventura, jamás hubo lanzaderas, nadie conoce a nadie que haya ido a la capital en Ave.
No son pocos los ciudadanos de Guadalajara que se desplazan diariamente a Madrid en tren y ninguno lo hace en el Ave, todos van en cercanías. En 1998 se nos vendió la llegada de la alta velocidad como un hito de desarrollo por la proximidad temporal a Madrid, que quedaba reducida a 15 minutos. Al final dicha llegada se convirtió en pasada, en todos los sentidos del término: no hubo tal, la estación -como saben- se llevó al llano de Horche, en el término de Yebes, a unos cuantos kilómetros de la capital, en un lugar alejado y absurdo como para convertirse en una estación de referencia para el Corredor del Henares. La línea del Ave se convirtió en una cicatriz para la geografía provincial, en una vía infranqueable para personas y animales, y la red de cercanías y la línea convencional, la que llega hasta Sigüenza siguiendo el valle del Henares, fueron dejadas de la mano de Dios, perdiendo inversiones y atención, cayendo en un olvido irresponsable. Retrasos en los horarios, suspensión de trenes, aglomeraciones y huelgas encubiertas conforman el día a día para miles de alcarreños que intentan llegar a su puesto de trabajo a tiempo. De todo ello ha habido esta última semana.
En estos días precisamente hemos sabido que la familia política de Esperanza Aguirre -quien en 1998, cuando se decidió que la estación del Ave iría a Yebes, era ministra de Cultura- se llevó a Luxemburgo los dineros obtenidos con la venta de los terrenos en los que se ubicó la estación, de los que casualmente era propietaria. Las posesiones de la familia de Aguirre, recalificación de terrenos mediante, generaron un beneficio de casi 200 millones de euros por unas tierras valoradas en apenas 3 millones. Un negocio redondo. Una casualidad de esas que ocurren una vez en la vida, como que te toque la lotería. Micaela Valdés Ozores, tía política de la política madrileña, tuvo la fortuna de que, inesperadamente, coincidieran sus propiedades con el lugar más indicado para poner la estación y construir allí además Valdeluz. Y qué mejor destino para ese dinero ganado con el sudor de su frente que enviarlo a un paraíso fiscal. Todo un ejemplo de ahorro y patriotismo.
Los trenes a Sigüenza cada vez son menos, los cercanías a Madrid son una aventura, jamás hubo lanzaderas, nadie conoce a nadie que haya ido a la capital en Ave. La alta velocidad ha quedado reducida a unos pocos trenes en dirección a Zaragoza y Barcelona al día, apenas usada por unas decenas de personas. Un mal negocio para la provincia, un timo para sus habitantes. La única alta velocidad que ha funcionado es la de quienes se enriquecieron por vía exprés y se llevaron raudos el botín; gente emprendedora y veloz, sin duda.