Amar a la CEOE
30/09/2011 - 00:00
Dice Juan Rosell, el presidente de la CEOE, que se debería implantar una asignatura, obligatoria "desde la guardería a la Universidad", que enseñara a amar a los empresarios y a admirar rendidamente su función. Y tiene toda la razón: sólo a través de un tratamiento mixto de adoctrinamiento y de lavado de cerebro, continuado durante la vida útil de éste, podría inculcarse en un español la idea de que los empresarios españoles son, en general, dignos de ser amados. El hombre, como es natural, barre para casa y mira por lo suyo, pero ya nos gustaría a los periodistas, a los fontaneros, a los buzos o a los agricultores, que hubiera una asignatura en la guardería (donde, por cierto, sería asignatura única), y en Primaria, y en la ESO, y en Formación Profesional, que enseñara a amarnos y a respetarnos a nuestra entera satisfacción.
En puridad, sólo un empresario español del tipo de los representados mayoritariamente en la CEOE sería capaz de decir en público, en broma o en serio, semejante cosa.
En Europa, por ejemplo, cundiría la preocupación entre sus pares por el estado de salud, mental sobre todo, de su representante. Es cierto que si desde la cuna se hubiera adiestrado a los ex-trabajadores de las empresas hundidas de/por Díaz Ferrán, el antecesor de Rosell, en amarle ciegamente y admirar su talento empresarial, no le habrían montado pollos al quedarse sin curro o sin cobrar desde tiempos inmemoriales, pero también lo es que eso no lo consiguieron nunca, por mucho que lo intentaron siempre, los amos de sus esclavos.
La soberbia, la convicción de tener la sartén por el mango (algo de empleo en un país con cinco millones de parados) y ningún gendarme (gobierno) que persiga los desafueros empresariales, han impelido a Juan Rosell a construir esa bromita. Necesitaría, más que una asignatura, una lobotomía masiva para conseguir, como al parecer reclama, ser amado.