Aplausos al campo

07/04/2020 - 13:51 Antonio Yagüe

Ellos y los panaderos, que siguen llevando barras, leche, huevos y otros encargos puerta por puerta, se merecen la ovación más sonora de nuestros balcones. 

En la Molina rural escasean, quizá por el frío, los balcones y terrazas elegantes. Este año están desiertos. Todavía no han sacado tiestos y macetas ni se han decorado por el Domingo de Ramos ni han atado a la reja el romero bendecido, a modo de ofrenda o amuleto anual. La ciudad se ha unido a Balconia, la nueva España donde los ciudadanos salen a las 8 en punto de la tarde a aplaudir por no llorar y dar las gracias al personal hospitalario. O a ‘cacerolar` a las 9 a un gobierno torpe, noqueado y desbordado. 

Algunos gobernantes recitan una lista con las personas puestas al servicio de esta pandemia inédita e inesperada. A veces la cierran los agricultores y ganaderos. Ha tenido que resurgir el más ministro de Agricultura de la democracia, durante los gobiernos de Adolfo Suárez (UCD), Jaime Lamo de Espinosa, para reclamar su inclusión. “Habéis asegurado la alimentación de nuestra población en momentos peores, y exhibido la enorme dimensión del campo español en lo económico, la solidaridad y su enorme vitalidad y extraordinaria generosidad. Estamos orgullosos de vosotros”, apostilla en una carta, desapercibida para grandes medios escritos y televisivos, más centrados en mantener a toda costa la audiencia.

Como miles y miles en toda España, los trabajadores del campo molineses se echaron al asfalto en febrero en demanda de un precio de justicia para sus productos y condiciones más dignas. Pero, descubierto oficialmente el peligro del virus, aparcaron reivindicaciones y tractores y se pusieron el mono de faena mostrando una responsabilidad digna de elogio y una generosidad de otra época. Los ganaderos y mataderos de la comarca y las vecinas de Calatayud y Monreal del Campo han regalado sus mejores carnes a residencias de ancianos y gentes sin posibles. Sin la publicidad y dudosa filantropía (“amor al género humano”, según la RAE) que rodean las donaciones de algunos ricachones.   

Ellos y los panaderos, que siguen llevando barras, leche, huevos y otros encargos puerta por puerta, se merecen la ovación más sonora de nuestros balcones. Desde Labros ofrecemos simbólicamente el natural, singular e idóneo Balconcillo o Moncayuelo (1.362 metros). Desde allí, según los antiguos, se divisan siete obispados, pueblos y territorios de otras tantas provincias (Zaragoza, Soria,Teruel, Huesca, La Rioja y, lógicamente, Guadalajara)¡Plas, plas, plas!