Apuntes de un debate
Sospecho que alguno de los participantes se quedó con ganas de pólvora en lugar de tanto florete.
Nueva Alcarria tuvo el mérito de reunirlos. Y ser de los primeros medios en celebrarlo. No me extraña que se situara entre las 10 tendencias más comentadas por los tuiteros a nivel nacional. La asistencia de público tampoco defraudó, con un Casino a rebosar. Respecto a los candidatos primó el juego limpio y en este sentido dieron una lección de educación que contrasta con lo que vimos en las pasadas elecciones por parte de sus líderes. Probablemente el conocido carácter moderado del periódico anfitrión fuera el responsable de tanta cortesía. Es más, sospecho que alguno de los participantes se quedó con ganas de pólvora en lugar de tanto florete.
Cada uno a su estilo, en términos gastronómicos nos encontramos con un menú bastante digerible, aunque la sobremesa se alargara en demasía. En el primer plato, Silvia Valmaña (PP) desplegó una esmerada ensalada de legumbres, por lo de las buenas costumbres, de primera calidad. Bien condimentada pero le faltó unas gotas de autocrítica. Pablo Bellido (PSOE) optó por una trucha de la comarca, seguramente por su sensibilidad con el agua. Buena elaboración y emplatado correcto, acaso se le fue un pelín la mano con la pimienta del victimismo. Orlena de Miguel (Ciudadanos), regó las viandas con un agradable espumoso, deduzco que catalán, pues es el mismo que se sirve en todas las jornadas en las que participa su partido. Ariel Jerez (Unidos Podemos), hombre de confianza de su líder, ofreció el café, supongo que caribeño, bien molido pero en taza supo a poco. La vitola del puro se la dejó al moderador, Alfredo Palafox, impecable en su papel. Sin tener cuota share propia en las grandes cadenas, muchos de los de la Academia de Televisión deberían tomar nota. Sí, resulta que hay una Academia de Televisión. Este tipo de instituciones de nuevo cuño han proliferado en los últimos tiempos como los níscalos en el pinar de Sigüenza, calculo que para dar acomodo a posaderas desgastadas; hay más academias que botellines.
El asunto es que los comensales a tan peculiar almuerzo, el electorado, han de optar por uno de los platos, aunque mucho me temo que están un poco cansados de master chef. Y sospecho que también están un tanto agotados del “monotema” de la corrupción, pues ni se citó o acaso de puntillas. Sin duda porque todos tienen algo que esconder debajo de la alfombra. Creo que es un error. En la última encuesta del CIS este asunto ha bajado en nivel de preocupación entre los españoles, aunque sea levemente. Está calando el que, afortunadamente, el corrupto termina pagando, tanto económica como penalmente. Y cierto es que en esta legislatura se han aprobado importantes medidas contra esta lacra. No deberían huir los partidos de tratar este tema, ni utilizarlo con demagogia, y demostrar que la mayoría de sus miembros son gente digna, pero con la misma intensidad erradicarlo de entre sus filas y aplicar los controles necesarios para evitarlo.
El papel de los nuevos partidos emergentes es meritorio, pero presentan numerosos puntos débiles, demasiados. Ciudadanos lanza un mensaje reiterativo de “chicos buenos”, y son muy loables muchas de sus propuestas. Pero los aires nuevos se quedan en un pequeño soplido. Quiero decir que a sus buenas intenciones le faltan fuerza y cierta coherencia. En el debate salió a relucir la figura de las diputaciones, por ejemplo. No lo tienen claro.
En cuanto a Unidos Podemos -en lo personal su representante en Guadalajara me agradó; en general, los de todos los partidos, en eso tenemos suerte-, la coalición salió airosa porque casi nadie habló de sus muchas contradicciones. Su nuevo perfil socialdemócrata, la insoportable levedad de su programa, su capacidad camaleónica o su mimetismo con los viejos vicios de la vieja política no salieron a relucir. En este sentido, llama la atención cómo desde que el partido de Iglesias gobierna en determinadas instituciones, se nombran puestos a dedo, se peca de nepotismo –nada ilustrado- o se otorgan sueldos generosos. Les delata, por ejemplo, el hecho de que los alcaldes de Madrid y Barcelona (los dos, del ámbito morado), son los que mayor nómina tienen de toda España, por encima de los 100.000 euros al año y superior al del mismo presidente del Gobierno. Sin embargo, Antonio Román (PP), precisamente en Guadalajara, no tiene sueldo. Ojo al dato.
El PSOE no debería perder su papel de grande de España. Tiene razón Susana Díaz que para votar social demócrata es preferible hacerlo al original, al que nació de Suresnes. Bellido es consciente y así lo demostró en el debate. Desde Ferraz deberían revisar la “rentabilidad” de las coaliciones de gobierno de su partido con Podemos en administraciones locales o autonómicas. Allí donde pactan, cediendo casi siempre a favor de los podemitas, allí son engullidos por éstos en las siguientes elecciones. Llama la atención lo que ocurrió con la alcaldía de Madrid, ofrecida al candidato socialista por el PP. Y se rechazó. Inconcebible. Ése es el punto a revisar. Sánchez debería reflexionar sobre quién es su adversario –por más que no le soporte, es algo personal- y quién es su enemigo. La soberbia es enemiga de la inteligencia.
Al PP, actual partido del gobierno, le pueden sobrar argumentos para reivindicar algunos méritos, principalmente los de habernos salvado del temido rescate. Y algunos otros de índole económico. Pero le faltan otros tantos para la autocrítica y cierta humildad. Rajoy no cumplió un programa que convenció a muchos, seguro que porque no pudo cumplirlo. Pero no ha sabido explicarlo ni transmitirlo. Y sombras alargadas oscurecen su legítima candidatura. Tal vez, un paso al lado hubiera mejorado las expectativas de su partido. Con todo, sigue conservando la imagen de estabilidad y contando en principio con el respaldo de la mayoría de los electores.
La mesa está servida. Buen provecho.