Aquellos antiguos lavaderos de Guadalajara

13/05/2018 - 13:20 Eduardo Díaz

En la totalidad de los hogares de Guadalajara, existen lavadoras domésticas, tanto para el lavado de prendas de vestir como para otros elementos del menaje del hogar. Pero antiguamente, el electrodoméstico del lavado de ropa era considerado como un producto de lujo y el lavado se realizaba en los numerosos lavaderos que existían en los barrios de la capital arriacense. En el rincón de esta semana vamos a recordar  estos lavaderos y los lugares en los que se encontraban. El Lavadero más grande de la ciudad se localizaba en el barrio del Cerro del Pimiento, que se hallaba muy cerca del santuario de Nuestra Señora de la Antigua. Tan extenso era que el consistorio municipal decidió dividirlo en dos partes y utilizar una de ellas para guardar los carros de la recogida de basuras. Este lavadero del Cerro del Pimiento poseía dos pilones muy grandes: uno para lavar la ropa y el otro para aclararla, siendo muy típico el olor al añil que se utilizaba para el aclarado de la ropa e igualmente servía para mantener la higiene en el interior del lavadero. La encargada del Lavadero era la Tía Jovita, la cual cobraba un precio simbólico cada vez que las vecinas usaban el lavadero que servía para su mantenimiento. El horario de este lavadero era muy amplio, sobre todo en el verano, abriéndose a primera hora de la mañana y cerrándose al anochecer. Las aguas residuales desembocaban en el barranco de San Antonio, el cual se encontraba muy próximo al cementerio municipal. Eran muy típicos los secadores de ropa, los cuales tenían unos alambres sujetados por palos de madera, aunque también la ropa se ponía a secar encima de unos arbustos a los que se les denominaba popularmente como: ‘Cambrones’.
    Otro de los lavaderos importantes era el del Barrio del Alamín, el cual se encontraba en un principio en la avenida de Valencia, lugar conocido popularmente como ‘La Alaminilla’. Era utilizado por numerosas vecinas del barrio alaminero y eran costumbre los cánticos de las usuarias mientras se lavaba la ropa. Con el paso del tiempo, y debido a la humedad reinante en el lugar, este lavadero se descompuso y se trasladó de manera definitiva a la calle San Bernardo. En la actualidad es el único lavadero de Guadalajara en el que se puede observar lo que fue en su día el lavado de la ropa y que tanto encanto tenía para sus vecinos. Muy cercano a este lavadero de la calle San Bernardo se localizaba el lavadero de Santa Ana, junto al desaparecido Convento de Las Bernardas. Era utilizado por las propias monjas del convento, los vecinos del barrio de Budierca, los de la plaza de Bejanque y los que poblaban la zona denominada como La Carrera. Se tiene conocimiento de que las Hermanas del Convento de San Bernardo, de forma caritativa, lavaban la ropa de la gente más humilde de la ciudad.
    Los vecinos del barrio de la Estación utilizaban las limpias aguas del río Henares para lavar sus ropas, pero igualmente existía un pequeño lavadero, que se situaba en lo que hoy en día es la Escuela de Adultos en la calle Río Sorbe.
    Todos estos lavaderos que hemos reseñado de la antigua Guadalajara servían también para comentar los chismorreos y noticias que se producían en la capital, eran también muy frecuentes las visitas de los jóvenes de Guadalajara para mantener conversaciones amorosas con sus prometidas, mientras éstas realizaban las labores del lavado de las ropas.