Árboles quijotescos
Un itinerario imaginario de don Quijote camino de Barcelona lo hace pasar por el Ventorro de Milmarcos.
Un itinerario imaginario de Don Quijote camino de Barcelona lo hace pasar por el Ventorro de Milmarcos, ubicado al pie de la carretera CM-210 en dirección al Monasterio de Piedra. Una vieja posada por la que dicen anduvo de niño otro famoso, Luis Roldán, sí el ex director general de la Guardia Civil, a quien Dios no dio dotes para las letras pero el diablo no se las escatimó para arramblar 19 millones de euros, no devolver más que 1,7 y cumplir la mitad de los 31 años de cárcel impuestos. Tuvo más suerte que el autor de la obra cumbre de la literatura a quien dicen que le cortaron una mano por írsele detrás de algunos dineros.
¿Qué pudo ver Alonso Quijano por estos pagos? El investigador del CSIC Ramón Morales ha descubierto que Cervantes cita en su obra completa 80 especies silvestres y 100 cultivadas. Entre los árboles figuran la encina, el alcornoque, el laurel, la palmera, el olmo, el álamo o chopo y el fresno. También la sabina y el enebro, tan en el alma de nuestros montes. Un total de cuarenta especies arbóreas, cifra nada despreciable, ya que España cuenta hoy con un centenar entre las introducidas y las silvestres. Entre las plantas abundan las de uso farmacéutico, en especial el romero y las laxantes como el tártago o ricino, de empleo muy habitual en la época debido a los problemas derivados de una dieta pobre en fibra, lo que causaba “enormes atascos” (intestinales).
Cervantes ya cita el pimiento, el cacao y el tabaco, traídos de América. Don Quijote hoy se quedaría embelesado ante árboles de porte tan grandioso, como la secuoya de Maranchón, conífera originaria de California, plantada hace un siglo. Y pasmado ante este parque eólico, el de la Muela (Zaragoza) u otros a medio camino, con sus centenares de gigantes, hoy llamados aerogeneradores, con descomunales brazos, luces relampagueantes, bufidos y ruido tronante en la noche, imposibles de combatir desde Rocinante.
Quizá no añadirían mucho a su locura. Pero, aunque comprensivo con las flaquezas humanas, guerrearía contra las desviaciones y el dispendio de los aerogenerados dineros en arreglos de plazas de toros, piscinas, spas y festejos varios, propiciados por algunos regidores que poco tienen que envidiar al festín de las bodas de Camacho.