Arranca un curso político electoral

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

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Antonio Papell - Periodista
Nuestro complejo sistema democrático de organización territorial, con diecisiete comunidades y dos ciudades autónomas, inserto además en la Unión Europea, obliga evidentemente a renovar con frecuencia las instituciones.
Y en el curso político que arranca este mes de septiembre –con la apertura del primero de los períodos ordinarios de sesiones de ambas cámaras- se concentrarán tres relevantes procesos electorales: las consultas autonómicas gallega y vasca y las elecciones al Parlamento Europeo. Si se cumplieran íntegramente las legislaturas (cuatro años para las autonómicas y cinco para las europeas), las elecciones vascas habrían de celebrarse en abril de 2009 y las otras dos en junio.

Las elecciones gallegas se anticiparán sin embargo al otoño, al parecer a instancias de Rodríguez Zapatero y la dirección federal del Partido Socialista. El presidente de Galicia, el socialista Pérez Touriño, que gobierna en coalición con el Bloque Nacionalista Galego, conseguiría de este modo un doble objetivo: anticiparse a los efectos más devastadores de la crisis económica, que probablemente alcanzará su suelo en el primer semestre del año próximo, y evitar el solapamiento con las elecciones vascas, que probablemente se anticiparán a febrero o marzo. El Gobierno central, por su parte, tendría también interés –y de ello le acusa la oposición, con mayor o menor fundamento- en introducir el debate político partidista cuanto antes precisamente para aminorar el eco mediático de la mala coyuntura autonómica. Con respecto a estas elecciones, las encuestas prevén que el Partido Popular, encabezado por Núñez Feijoo, que hoy se encuentra a un solo escaño de la mayoría absoluta, podría perder al menos tres escaños con respecto a los que consiguió Fraga en 2005, que irían a parar a manos de socialistas y nacionalistas, lo que quizá suscitaría cierta crisis en la formación conservadora.

El leitmotiv de la campaña gallega será sin duda el AVE que ha de comunicar a esta región con Madrid y que habría de quedar concluido en 2012, según el Gobierno central. Ayer, Zapatero visitó un tramo de las obras, en tanto el PP aseguraba que es imposible que esta importante infraestructura entre en funcionamiento antes de 2018. Las elecciones vascas serán, como es proverbial, a cara de perro y pivotarán sobre la fallida consulta de Ibarretxe. Tras el drástico descenso del voto nacionalista en las pasadas generales del 9-M, el PSE prevé que ganará a los nacionalistas en escaños, aunque quizá no en votos, por lo que asegura que Patxi López se convertirá en el próximo ‘lehendakari’. Tiempo habrá de analizar estas expectativas, para cuya consumación podría ser inevitable el acuerdo con el PP.

Finalmente, a mediados de junio se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo, en una única circunscripción extendida a todo el Estado. Es patente el escaso interés objetivo que esta consulta tiene para el devenir del país, puesto que la Cámara comunitaria no ha conseguido, por razones complejas, un ascendiente significativo en la vida de los ciudadanos de la Unión, pero también lo es que tales elecciones se convierten en el ámbito interno de los respectivos países en una especie de reválida de los gobiernos ejercientes, que son objeto de un examen global en las urnas. En realidad, las europeas son una especie de macroencuesta absolutamente fiable sobre la coyuntura nacional.

Las europeas de junio, aunque muy alejadas de las próximas generales españolas –y por lo tanto inocuas en este sentido-, serán por lo tanto un relevante indicador que acreditará la buena o mala salud de los partidos concurrentes a ellas. Los resultados del PSOE, cuya lista estará encabezada previsiblemente por Juan Fernando López Aguilar, darán testimonio de la popularidad del Gobierno central en esas fechas. Y los que obtenga el PP -quizá de nuevo con Jaime Mayor al frente-, que es la fuerza que más tiene que ganar o que perder en el envite, afirmarán o no a Mariano Rajoy al frente de su partido.
Éste es, en fin, el panorama que nos aguarda. Y que no debería afectar a la gestión cabal de una crisis económica que constituye, sin duda, la principal preocupación de los españoles.