¿Artesanos de la paz?

18/05/2018 - 18:54 Marta Velasco

Los muertos y las víctimas sólo necesitan justicia.

Regreso a Madrid por un campo tapizado de verde, con macizos amarillos y grupos de amapolas. Por el jardín del Edén corren las nubes y pienso cómo pasa todo tan deprisa, la vida y las noticias. No recuerdo qué sucedió con Doña Leticia, quedó eclipsada por Cifuentes y ésta pasó a la historia por Amaia, su novio y un libro. Y éstos por el casi- honorable Quim Jung Torra, que nos da mala espina, aunque lea a Wodehouse.
    Las nubes se van a su refugio de la sierra, todavía blanquean las cumbres, y ayer leí en Babelia un artículo de Antonio Muñoz Molina sobre ETA y sus amigos asesinados por la banda terrorista. Un artículo magnífico que me hizo recordar como mataron a Tomás y Valiente, un hombre bueno y valioso, o a Fernando Buesa, a Onaindia, a Miguel Ángel Blanco, de una forma tan vil, a tantos otros, humildes guardias civiles, escoltas, vecinos, niños y mujeres inocentes….
    Los asesinados, es lo que tienen, que no caducan en los corazones de los que los amaron, o de quienes les admiramos por su vida ejemplar y al morir dejaron huérfanos a sus hijos y a las personas decentes de toda España. Ellos son la foto fija en la historia, la herida en el alma, el golpe en la memoria y también en la de sus asesinos pues, aunque ellos no tengan sentimientos, todos sabemos quiénes fueron los que apretaron el gatillo o pusieron la bomba, y ahí están con un trapo por la cara, bajo una boina grande que es como una tapadera para ocultar sus complots, confitados lentamente con odio y envidia. Ahí están, con la serpiente que les dio la vida, en esa foto que veíamos estremecidos, mientras ellos se enorgullecían de sus matanzas.
    Ahora, cuando están vencidos, cuando la Guardia Civil los ha reducido, han decidido disolver sus estructuras. Dicen que son “hombres de paz”. Hombres de paz eran los muertos, niños de paz, mujeres de paz, guardias civiles que protegían la paz.             Ellos son los del tiro en la nuca, terroristas, asesinos de personas decentes, hijos de la serpiente.
    Para construir el relato, han traído a unos “Artesanos de Paz”, mediadores internacionales que refrendarán lo que estos tipos, que todavía no han respondido por trescientos asesinatos a sangre fría, ni pedido perdón por sus crímenes, han manifestado: Que disuelven sus estructuras. O sea que, vencidos, han terminado su guerra unilateral contra un estado de derecho en un país libre y demócrata.
    Quiero creer que alguno de los mediadores internacionales va de buena fe, pero prestarse a avalar a estos criminales es bochornoso. Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del que fue presidente de México, Cárdenas del Río, un buen hombre que abrió las puertas de su país a tantos emigrantes españoles, viene a posar para dar credibilidad a unos terroristas cuyas manos siguen manchadas de sangre, qué pena y qué vergüenza.
    Los muertos y las víctimas sólo necesitan justicia. Estos terroristas pronto reclamarán un sueldo en la política, una buena jubilación y que no les mencionen a los muertos.  Que se lleven el trapo blanco y la boina al Congreso, porque la gente de bien no queremos ver sus caras ni sus maquinaciones. Malditos sean.