Asesinar, confesar e ignorar después
01/10/2010 - 09:45
Ortiga
Cualquier asesinato indigna a la población en general, y condena a la desolación a la familia en particular. Pero dentro de este dolor que rara vez encuentra fin, los allegados pueden sentir cómo el asesino vuelve a matar cuándo éste no muestra ningún signo de arrepentimiento, de culpa o, al menos, de comprensión con la familia. Es lo que está sucediendo en el crimen de Cifuentes, que ayer celebró la primera vista de los acusados delante del juez. Allí sentados, según explicó la abogada defensora, mostraron una sorprendente frialdad, según sus propias palabras, a pesar de que estaban siendo informados de unos hechos muy graves, nada menos que los del secuestro y el asesinato de un joven, de 30 años, trabajador, honesto, como se le recuerda en el pueblo, pero sobre todo con una vida por delante.
Una vida en la que tenían fuerte presencia su familia y amigos, sus vecinos y compañeros. Todo ello quedó truncado, para más inri, por la decisión de un primo suyo de solicitar dinero a cambio de su vida, cuando esa vida ya había sido segada. Lo único que queda esperar es que este procedimiento judicial no sea demasiado doloroso para la familia.