Aunque la calle no sea Sánchez Gordillo

11/08/2012 - 00:00 Antonio Pérez Henares


  La calle no es Sánchez Gordillo. No asalta supermercados, ni escenifica montajes propagandísticos con las televisiones a cuestas para convertirse en un “Tragabuches” revolucionario (Un respeto a Sancho Gracia y su “Curro”), que aprovechando, agosto lo han convertido en un top mediático. La gente de a pie sabe que ni ese es el camino ni tales sendas conducen ni a puertos prósperos ni a futuros despejados. Eso lo sabe la gente, la mayor parte, al menos. Pero ese común de las gentes lo está pasando mal desde hace tiempo y ve cada vez más oscuro ya no solo el día presente sino muchos mañanas.

  Y ve al mismo tiempo que sus representantes parecen no pasar por sus mismos agobios, que no se aplican la propia medicina que recetan. Vamos que salvo algun parchecillo no se ve por ningún lado ese inexcusable y urgente ERE político del que aquí hemos escrito, que adelgace de una vez este Estado pasado de peso, de privilegios y de colocados. La acción del Gobierno en lo económico puede ser discutible pero se entiende como ineludible en sus grandes magnitudes. Lo que están haciendo desde que entraron esta marcado por la necesidad, por la obligación inexorable de ajustar y ahorrar, de taponar despilfarros e intentar reparar motores gripados. Hasta ahí el presidente Rajoy y su gabinete cuentan si no con el aplauso, es imposible conseguirlo cuando se toman medidas tan dolorosas, al menos con la comprensión y la disculpa de que en realidad no pueden hacer otra cosa para intentar salir a flote o salvar todo lo que se pueda de este naufragio total y de esta tormenta que no cesa.

  En lo que ahí puede aportar la ahora oposición, pero cuyos rostros son los de quienes llevaron el barco derechito y alegremente contra los arrecifes, se tiene una opinión contrastada por el reciente pasado muy manifiestamente mejorable. Verlos a ellos como timoneles de una ruta salvadora resulta, hoy por hoy, y durante algún tiempo, aunque la memoria sea frágil, resulta inimaginable. Que el barco España fuera comandado por una colación de Rubalcaba, Cayo Lara, Mendez y Toxo, pues esa es en la practica la alternativa es algo que más que producir esperanza produce vértigo.

  Si a ellos unimos que desde esos circuitos se anda con juegos de marchas y acosos contra el Parlamento pretendiendo algo así como una insurrección que derribe la actual Constitución y haga añicos el sistema lo que ya produce es cierto miedo. No tanto por la deriva de los unos, que como Gordillo siempre han andado en esas, sino por la irresponsabilidad de los otros. Veremos hasta que punto llega en este próximo septiemebre que se anuncia convulso e infartado.

  La propuesta de los dos mandamases sindicales de un Referendum sobre los recortes resulta tan demagógica como descabella. ¿A quien pueden gustarle los recortes?. Pero si el Gobierno en acto de suicida locura, que no va a ser el caso, se aviniera a celebrarlo. ¿Quien gestionaría el NO? ¿Quien le diría a Europa que de lo dicho nada, que de cumplir con nuestros compromisos y de los pagos de nuestras deudas menos y que aquí estamos en la vía de la revolución social, sindical y ahora con, Gordillo, agraria?. Pues al día siguiente lo que sucedería es que Grecía empezaría a ser percibida como un verdadero paraiso comparada con el infierno en que nos hubieramos metido.

  Entonces si que habría saqueos de supermercados, pero lo más posible es que bastante inútiles porque no tardarían en estar vacíos. Las utopías suelen ser muy hermosas al comienzo pero en acabar en misería globalizada ya hay sobrados ejemplos y experiencias. Pero aunque ni la calle sea Gordillo, ni la insurrección parezca la mejor receta en estos tiempos complicados, el Gobierno debiera tener y no parece tenerlas mejores orejas en la calle, en esa calle que no solo son los que gritan en las manifestaciones, que somo todos los que cada día las transitamos. Y lo que se está poniendo de manifiesto como uno de los problemas más graves en lo que afecta a su imagen, su credibilidad y su sostenimiento es la creciente impresión de que la parte social, el lado en que algunos ministerios debieran ser vigias y escuchas, está siendo ya no solo no escuchado sino incluso olvidado.

  El Gobierno de Rajoy no puede olvidar, que ajustes aparte, existen unos mínimos de sostenibilidad social, unas lineas rojas que no puede traspasar ni por etica, ni por humanidad ni por simple cohesión y dignidad. Y por el puro mantenimiento de un mínimo derecho ciudadano en una Nación que no es en sus propias palabras ni Uganda ni coloca a parte de sus habitantes en una situación por debajo del límite mismo de la supervivencia. El caso de los 400 euros y el de las prestaciones sanitarias han sido uno más de esta pésima gestión política, más allá de la comunicación, que denota que al Gobierno le falta un referente en lo social de esta y oídos y voces que escuchen y respondan a esa calle. Esa prestación, cuando ya se han agotado todas, puede que merezca tras tantas prórrogas una reflexión a fondo y que en efecto ya no tenga la misión que tuvo encomendada de intentar una reinserción en el mercado laboral. Seguramente así sea. Pero no puede dejarse a quienes ya solo tienen ello sin nada. No es algo de lo que puede prescindirse. Eso no es un recorte.

  Y es , por contra, el minimo que España debe y puede, porque eso puede, mantener si quiere seguir siendo un Estado que cubre esos mínimos exigibles con todos sus ciudadanos. El asunto de la prestación sanitaria a los sin papeles tiene otras connotaciones. Los turismos sanitarios, de ricos o de pobres, que también existen, deben ser cortados de raiz. Pero hay que atender a la realidad de los casos reales, que a veces, en bastantes ocasiones son extremos, que nada tienen que ver con ello sino con la mayor de las precariedades y los desamparos. No está claro aún cual sera la directiva pero ha de avanzarse en una solución, que cuente con el respaldo de los profesionales de la medicina, y que más allá de la atención de urgencia, que sigue garantizada, que cubra esas necesidades. Parece que al final la norma ira más por ahí que por otro lado. Pero el desgaste social ya se ha producido.

  Lo mismo que en el caso de los 400 euros. Que seguramente y por lo entre lineas escuchado tendra alguna solución que, aunque que sobrellevara seguro los consabidos denuestos por parte de quienes no tienen que manejar los pocos fondos que ellos mismos dejaron, palie, otra cosa ahora y para ellos no puede hacerse, esa situación tan límite y desesperada. En suma, a nuestro Gobierno le esta sobrando en ciertos aspectos un cierto almejismo con respecto a lo social y faltándole una sensibilidad que algunos ministros debieran aportar y más bien parecen despreciar.