Austeridad y gestión
Ni el capitalismo, ni el socialismo ni el marxismo aceptan la austeridad como concepto ni como gestión de la sociedad.
Ni el capitalismo ni el socialismo ni el marxismo aceptan la austeridad como concepto ni como gestión de la sociedad. Estamos asistiendo a unos procesos contrarios a la racionalidad de las empresas. Mientras se expulsa o despide a trabadores, se siguen pagando altas remuneraciones a directivos y ejecutivos de esas mismas empresas. Estos no aquéllos son los que arruinan a las empresas. Existe mucho gasto suntuoso y despilfarro en los diferentes sectores de la actividad económica o empresarial. No existe moderación en la administración tanto pública como privada. El dinero forma parte del placer de los hombres. Igualmente, los partidos políticos no están a favor de la austeridad y restricción de gastos. Estamos ante una gran estafa: mientras se pide y exige a los ciudadanos importantes renuncias y sacrificios, los dirigentes y gobernantes no se privan de nada que sea superfluo, derrochador o que suponga austeridad y disciplina. No hemos descubierto todavía lo rentable que es la ética de la austeridad y la moderación. La corrupción, la ambición y el exceso de unos dirigentes son pagados siempre por el ciudadano sencillo y comedido.
El capitalismo es gestión, el comunismo autogestión. La dialéctica gestión o autogestión no existe. Todo es autogestión de los propios intereses en la empresa. En otro tiempo o momento de la revolución se expropiaban las tierras como paso a expropiar las ideas, la clase e imponer la dictadura del proletariado. Hoy seguimos en la misma revolución y expropian la misma gestión. La depauperación creciente de la clase media como camino a la nacionalización ha triunfado. Primero hay que expropiar, empobrecer y luego nacionalizar y enriquecer a los “señores” de hoy que son los políticos y gestores del empobrecimiento relativo que llegará al absoluto. A gozar, a gozar, que el mundo se va a acabar. Barriga y carteras llenas y los demás que lloren sus penas.
El empobrecimiento progresivo de la población se realiza en nuestros tiempos mediante dos medidas: la bajada de los salarios (los más bajos que no los más altos) y la intensificación del trabajo con el nuevo taylorismo que abre la puerta a la explotación. A esto hay que añadir el desempleo y la reserva de la mano de obra que acechan al mercado laboral. La amenaza del ejército de parados o las olas de refugiados o las colas del INEM están siempre presentes como un Lázaro de la modernidad de tal manera que no el empleo sino el desempleo se convierten en mercancía de especulación. En esta gestión responsable y social de la riqueza, lo importante es que no se produzca ni la acumulación ni la concentración del capital. A la acumulación contribuye la ambición, a la concentración la dominación y a la centralización la organización y hegemonía de la gestión. No existe gestión sin austeridad por parte de todos los que constituyen la comunidad y ésta, la austeridad, forma parte de aquella.