Batallas

01/07/2023 - 12:44 Jesús de Andrés

No se rinde Sánchez, cuya audaz jugada de adelantar los comicios, para pasmo de casi todos, podría salirle bien.

Toda la vida deseando que me toque formar parte de una mesa electoral y desde hace unos días abro el buzón con más temor a encontrar el maldito requerimiento que una multa de tráfico o una invitación de boda. Por razones laborales, veré las elecciones desde lejos. Bastante voy a tener con lo del voto por correo como para tener que estar rellenando pliegos de alegaciones, como si de una injusta sanción se tratara.

No se rinde Sánchez, cuya audaz jugada de adelantar los comicios, para pasmo de casi todos, podría salirle bien. Resurge Zapatero del olvido para sacar pecho por la desaparición del terrorismo, con un empuje desconocido, cual general arengando a los suyos antes de la batalla, y se observan brotes verdes, pese a la falta de lluvia, en las filas socialistas. Se notan más nervios en las filas del PP, a la defensiva, en un momento complejo por el callejón sin salida que suponen sus pactos con Vox. Después de años solicitando el adelanto de las elecciones resulta que lo mejor para ellos hubiera sido que se celebraran cuando tocaban. En política, insisto, como en el ajedrez, el boxeo o el fútbol, es fundamental hacerse con el centro del tablero, del ring o del campo de juego. Jugar a la defensiva aumenta el riesgo de derrota y empuja al contraataque, que puede salir bien o todo lo contrario. Y Vox está llevando a los populares a su esquina.

Se anima la campaña. Se proponen debates electorales mientras se establece un nuevo modelo de batallas dialécticas: nada de tiempos estipulados y temas negociados entre gabinetes. Ahora tienen lugar en Lo de Évole o en El Hormiguero. Uno a uno, sin tensiones impostadas, nada de batallas de gallos. Eso sí, se habla poco de economía, de las cosas del bolsillo. Pocas novedades anuncia Sánchez, quien apenas se limita a sacar músculo por los datos comparativos con el resto de Europa, y menos aún Feijóo, que ni hablar del peluquín de su futurible ministro de Economía. En la izquierda más escorada parecen haber aprendido algunas lecciones, ya veremos si a tiempo. Se abandonan las batallas culturales adoptadas en los últimos años, las de las identidades de género y las nacionalistas, sobre todo, y se regresa al materialismo más primario, el de las condiciones de vida. Pedro Sánchez comprime los labios a modo de beso, como si anunciara treinta y una de mano a su compañero de mus. Feijóo encoge los hombros en un a mí qué me dices cuando le preguntan por su sueldo, como si llevara treinta al punto de postre. Ninguno lanza órdagos porque los órdagos pueden ser vistos y no está ninguno para sustos, se juegan demasiado.