Bendita inocencia

30/12/2018 - 15:31 Luis MIguel Almazán

No podía dejar escapar la ocasión, en una fecha tan señalada como la de hoy, para provocarles una sonrisa y acabar bien el año con un ramillete de divertidas anécdotas.

No podía dejar escapar la ocasión, en una fecha tan señalada como la de hoy, para provocarles una sonrisa y acabar bien el año con un ramillete de divertidas anécdotas, de las que nos pasan de vez en cuando a los que ejercemos esta profesión. Espero conseguirlo.

Comenzaré abriendo boca con un clásico: les hablaré del tradicional “Hábeas Corpus”, un  procedimiento para solicitar que cuando uno es detenido se le ponga a disposición judicial sin dilaciones indebidas. Algunos tienen tanta experiencia en este procedimiento que cada vez que les detienen lo solicitan ellos mismos. Pero a veces, en lugar de pedir el “Hábeas Corpus”, se equivocan y acaban pidiendo el “Corpus Christi”. Ya en sala, otros tantos han llegado a acogerse a la “quinta enmienda” para no declarar (ponen demasiadas películas americanas en la tele). 

Confusiones de clientes con tecnicismos hay muchas: desde aquel cliente que en lugar de decir “progenitor” se lo aprendió mal y dijo que era el “primogénito” de su hijo, hasta otro que se refirió al médico “florense”, que padecía una fuerte “represión” (en lugar de depresión), o un dolor “de basílica” (en lugar de vesícula). Otro, como estaba conforme con lo que le reclamaban de contrario, dijo al juez que se quería “llanear” (en lugar de allanar).

En cuanto a formalidades en sala, clientes que se refieren a Su Señoría como “Su Señorita” son todo un clásico. Más difícil de encontrar es el cliente que una vez a Su Señoría le llamó “Su Majestad”. Otra, en lugar de decir el tradicional “con la venia Señoría”, le soltó un “Ave María purísima” para que la dejara hablar. 

En material penal, un detenido acusado de robar en una joyería negaba rotundamente haber estado allí el día de los hechos. Cuando mi compañera le dijo que si lo negaba se iba a visionar lo grabado, le dijo: “No hay problema, la cámara no cogía el ángulo donde yo estaba”. A otro cliente le ofrecieron conmutar su pena por trabajos en beneficio de la comunidad y le faltó tiempo para preguntar al fiscal cuánto iba a cobrar si aceptaba esos trabajos. También hace ya algún tiempo, una mujer con acento argentino, me llamó para pedirme que le consiguiera una “orden de acercamiento” para su novio sobre el que recaía una orden de alejamiento, porque hacía tiempo que no estaba con él y lo echaba de menos.

Los juzgados también se equivocan y una vez en lugar de imponer una orden de alejamiento a un detenido, le pusieron una orden de “alojamiento”. En otra ocasión condenaron a un tipo por daños y “prejuicios” (como si fuera delito tener una opinión de alguien sin conocerle). Cierto juzgado también declaró “insolente” a una persona que no tenía ni un euro (no confundir con aquel cliente que pidió al juzgado que se le declarara “disolvente” por no tener ingresos). Otro directamente no pudo ser declarado así porque dijo al juez que estaba cobrando el “suicidio” de desempleo.

Finalmente, me despido agradeciendo a todos mis compañeros que han colaborado conmigo en este artículo contándome sus anécdotas. Y con un chiste del genial Forges: en una reunión carcelaria entre abogado-cliente, el letrado le aconseja al preso que se declare, a lo que éste le pregunta: “¿Que me declare culpable?” Y el abogado le responde: “¡No! ¡Que se declare a la jueza!” www.almazangarciaabogados.com