Billón y medio de euros

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

JOSÉ LUIS MAXIMILIANO ROMO, Coordinador Provincial de IU de Guadalajara
Hemos asistido, en los últimos años, a un proceso de convergencia en Europa que, como se ha demostrado, no ha servido para apuntalar la economía, a pesar de lo que se nos ha jurado y perjurado.
Lo que está ocurriendo ahora, avala lo que hemos estado defendiendo desde la izquierda: que el proceso de construcción europea que se estaba llevando a cabo, de espaldas a los ciudadanos y basado en la libre circulación de capitales (a costa incluso de limitar los de las personas), tenía un destinatario único: los intereses económicos de los más poderosos, dicho de otro modo, del capitalismo.

Los llamamientos para llevar a cabo una construcción europea basada en la universalización del estado de bienestar, con servicios públicos y de calidad, con un trabajo fijo y con derechos, con un acceso asequible a una vivienda digna, con pensiones públicas aseguradas, con los sectores estratégicos controlados por el Estado y no por las multinacionales, etc... Todos ellos cayeron en saco roto, no estaba en la agenda que la construcción europea se hiciese con esos parámetros, sino todo lo contrario. Por ello, la izquierda europea nos opusimos a la aprobación de la Constitución europea y al Tratado de Lisboa, que no sólo no los garantizaban, sino que eran los instrumentos que los más ricos necesitaban para seguir consolidando y aumentando sus privilegios.

Las últimas actuaciones de los poderes públicos europeos no hacen sino ratificar que el proceso de construcción europea que ha triunfado hasta el momento es el de la Europa del capital frente a la Europa social. La directiva Bolkestein, la de la ampliación de la jornada laboral hasta 65 horas, la directiva de retorno, entre otras, muestran la verdadera cara de la construcción europea, que fía la consecución de la Europa social a la consolidación de la Europa del mercado.

Los acontecimientos actuales han demostrado que no es posible construir la Europa social sobre la base del mercado. No es posible que sobre el objetivo fundamental del mercado, el beneficio (inmediato si puede ser), se construya la Europa social (el Mundo social). Uno y la otra son la antítesis. Esto es lo que tenemos que aprender los trabajadores, que somos la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos.

Ahora, cuando el fracaso del sistema se ha evidenciado en el mundo rico y afectará de forma más dura al mundo pobre, los poderes públicos han acudido al rescate. No había recursos para construir la Europa social, pero sí los hay para auxiliar a aquellos que han propiciado esta situación, para sanearlo y que vuelvan a las andadas. No es de recibo que estos recursos sirvan para eso. Esos recursos deben contribuir a sanear la economía sí, pero no para volver al mercado, que es la causa de la situación actual. Esos recursos deben servir para que los Estados tengan un control real de la economía, para crear un sector público bancario fuerte que vele por los intereses de la inmensa mayoría social, para crear un sector público empresarial fuerte, que controle los sectores estratégicos de la economía, y todo ello para hacer posible la Europa social: una Europa en la que todos tengamos los mismos derechos, una Europa en que tengamos el trabajo asegurado, una Europa con unos servicios sanitarios y educativos de calidad, de carácter público y universalizados. En definitiva, una Europa que tenga como objetivo fundamental el bienestar de sus ciudadanos y que sea capaz de exportarlo al resto del mundo, liderando ese proceso.

Es posible hacerlo si el billón y medio de euros que se va a poner encima de la mesa para salvar el mercado se utilizase para ello. Es el momento de exigirlo.