Bombas contra aulas universitarias
01/10/2010 - 09:45
La mirada indiscreta
CAYETANO GONZÁLEZ,
PERIODISTA
El Atléticesencia.
Si todo atentado terrorista es execrable y condenable por su propia naturaleza, el cometido ayer por ETA en Pamplona contra la Universidad de Navarra tiene un plus de perversidad y de maldad, al tratarse de un ataque contra una institución universitaria que como cualquier otra tiene como objetivo fundamental educar a sus alumnos en la búsqueda de la verdad e inculcarles valores como el respeto a la libertad, a la vida o a las personas que piensan de manera distinta a uno.
Soy antiguo alumno de la Universidad de Navarra. Allí estudié Periodismo en la década de los años 70, recibiendo una magnífica formación, no solamente en el terreno de la capacitación profesional, sino sobre todo en lo humano, que es lo que a la larga queda y sirve a las personas para moverse por los vericuetos de la vida. Por eso he sentido de forma muy especial este atentado de ETA, el sexto contra esta Universidad. Si no ha habido una auténtica masacre es sencillamente porque Dios no ha querido, ya que tanto por la hora en que explotó el coche-bomba cargado con unos 80 kilos de explosivos, como por el lugar que estaba colocado -un sitio muy de paso de alumnos hacia diferentes edificios de la Universidad- como, sobre todo, porque la banda terrorista no avisó con precisión, como suele hacer en otras ocasiones, del sitio donde estaba el coche bomba, sin que por lo tanto diera tiempo a desalojar los edificios, podía haberse cobrado muchas vidas de jóvenes universitarios, pero también de profesores o empleados.Este nuevo atentado terrorista contra una institución universitaria nos tiene que reafirmar a todos -instituciones, partidos, organizaciones sociales, ciudadanos en general- en la urgencia y prioridad de derrotar a ETA y a todo lo que la banda terrorista representa. La intolerancia, el fanatismo, el odio, el desprecio a la vida humana que los terroristas demuestran en cada atentado que cometen, tiene que tener una firme respuesta desde el Estado de Derecho. Pero también la sociedad tiene que seguir movilizándose. Los terroristas y quienes les apoyan tienen que sentir el desprecio social, la soledad más absoluta y eso, desgraciadamente, todavía no se ha conseguido ni en el País Vasco ni en Navarra.
Ayer fue la Universidad de Navarra, mañana puede ser una Casa-Cuartel de la Guardia Civil, una comisaría de la Ertzantza, una empresa, una sede de un partido político o de un organismo oficial. Las bombas son iguales en todos los sitios, aunque reitero que la dirigida contra una Universidad tiene unas características especiales. Por eso, lo que ahora toca es apretar los dientes, aguantar el dolor y la rabia que este nuevo atentado ha producido, desear la pronta recuperación de los heridos, mostrar la solidaridad y el afecto hacia todos los que estudian y trabajan en la Universidad de Navarra y seguir mirando hacia adelante, con el convencimiento de que si se hacen las cosas bien, los terroristas de ETA serán derrotados, porque los demás somos muchísimos más y, sobre todo, somos infinitamente mejores.
Soy antiguo alumno de la Universidad de Navarra. Allí estudié Periodismo en la década de los años 70, recibiendo una magnífica formación, no solamente en el terreno de la capacitación profesional, sino sobre todo en lo humano, que es lo que a la larga queda y sirve a las personas para moverse por los vericuetos de la vida. Por eso he sentido de forma muy especial este atentado de ETA, el sexto contra esta Universidad. Si no ha habido una auténtica masacre es sencillamente porque Dios no ha querido, ya que tanto por la hora en que explotó el coche-bomba cargado con unos 80 kilos de explosivos, como por el lugar que estaba colocado -un sitio muy de paso de alumnos hacia diferentes edificios de la Universidad- como, sobre todo, porque la banda terrorista no avisó con precisión, como suele hacer en otras ocasiones, del sitio donde estaba el coche bomba, sin que por lo tanto diera tiempo a desalojar los edificios, podía haberse cobrado muchas vidas de jóvenes universitarios, pero también de profesores o empleados.Este nuevo atentado terrorista contra una institución universitaria nos tiene que reafirmar a todos -instituciones, partidos, organizaciones sociales, ciudadanos en general- en la urgencia y prioridad de derrotar a ETA y a todo lo que la banda terrorista representa. La intolerancia, el fanatismo, el odio, el desprecio a la vida humana que los terroristas demuestran en cada atentado que cometen, tiene que tener una firme respuesta desde el Estado de Derecho. Pero también la sociedad tiene que seguir movilizándose. Los terroristas y quienes les apoyan tienen que sentir el desprecio social, la soledad más absoluta y eso, desgraciadamente, todavía no se ha conseguido ni en el País Vasco ni en Navarra.
Ayer fue la Universidad de Navarra, mañana puede ser una Casa-Cuartel de la Guardia Civil, una comisaría de la Ertzantza, una empresa, una sede de un partido político o de un organismo oficial. Las bombas son iguales en todos los sitios, aunque reitero que la dirigida contra una Universidad tiene unas características especiales. Por eso, lo que ahora toca es apretar los dientes, aguantar el dolor y la rabia que este nuevo atentado ha producido, desear la pronta recuperación de los heridos, mostrar la solidaridad y el afecto hacia todos los que estudian y trabajan en la Universidad de Navarra y seguir mirando hacia adelante, con el convencimiento de que si se hacen las cosas bien, los terroristas de ETA serán derrotados, porque los demás somos muchísimos más y, sobre todo, somos infinitamente mejores.