Bula socialista, caché de progre

16/05/2011 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
El "incidente" sexual (mantengamos la presunción de inocencia) de Strauss-Khan, líder socialista francés y director general del FMI pone de relieve, más allá de lo escabroso y tal vez penal de su comportamiento, una realidad cotidiana y aparentemente asumida de algunos de los altos dirigentes de la izquierda. Se puede ser todo lo rico que se quiera y llevar una vida de lujo y privilegio sin que ello merme en absoluto tal condición. Gastarse cerca de 3.000 euros por noche en un hotel de lujo no está en absoluto reñido con seguir disfrutando de las prebendas morales de estar situado en el "progresismo" político y disponer de la bula que el apellido "socialista" conlleva como presunto aliado y parte de los desfavorecidos. No es algo ajeno. En realidad es algo perfectamente normalizado. Y va más allá de los cuadros políticos. Abarca y protege a todos cuantos se acogen bajo el paraguas. Bajo su cobijo ya puede hacerse de la capa un sayo y mantener los comportamientos que nos dé la gana. La línea entre lo progre y lo facha no la marca y ahora menos que nunca ni la riqueza, ni la ostentación de la misma ni siquiera la actitud profesional y vital.
 
    No. La marca la simple adhesión a una sigla y la adscripción a una serie de envolturas, latiguillos y spots que supone disponer de un caché y una pátina de la que el resto, caídos en el "lado oscuro" de la fuerza carecen por esencia y para toda la eternidad. Los ejemplos de lo dicho son lugar más que común, están a cada paso y en cada instante de nuestros diarios encuentros. La línea divisoria dejó hace muchos años de estar donde estaba y ahora el mero hecho de señalar ese cambio radical de éticas y estéticas ya es suficiente para que te caiga aun más a plomo el sambenito de facha. Criticar que unas ministras socialistas adopten poses de top-model con lujosos vestidos de marcas para muchos inasequibles aparejó a ello la no menos tremenda acusación de irredento machista.
 
   El feminismo también ha cambiado mucho a conveniencia de sus sacerdotisas. Ser progre supone el poder actuar como el denostado facha pero sin que se te pueda acusar de ello. Y eso ¿por qué? No te fastidia, porque eres progre. No hace falta más razón. Con tal barniz ya puedes ser el jefe de la cochinera de la telebasura, el mayor esperpento de la bazofia, enriquecerte cuanto puedas en los negocios que sea y hasta utilizando las artes y las influencias que bordeen la línea de lo legal aunque traspasen por mucho la de la decencia. Eres progre y con ello basta porque eso ha de ser reconocido como mayor altura moral, bondad y verdad universal en cualquier planteamiento y afán de igualdad y justicia mundiales. Pero ni eso es lo mejor. Lo óptimo es que por la misma regla de tres los que no tienen carnet del clan son fachas y por tanto seres abyectos, plutócratas, explotadores del débil, de mentes raquíticas y malos sentimientos generales con respecto al mundo, los seres humanos y, por supuesto, sus plantas y animales.