Caldo de cerebro
22/12/2010 - 00:00
Ahora resulta que al presidente del Gobierno también le gusta el caldo de cerebro con ingredientes sucesorios. El mismo le había hecho ascos con anterioridad por entender que no tocaba ahora hablar de eso y, por tanto, había pedido a su gente que no hiciera quinielas sobre el futuro porque se distraerían de lo importante, que es la lucha contra la crisis económica.
Haz lo que te digo pero no hagas lo que yo hago, dice el viejo refrán castellano. De estricta aplicación al desliz de Zapatero durante la invitación navideña a los medios de comunicación en el Palacio de la Moncloa, donde confesó que ya había tomado una decisión sobre su futuro inmediato, aunque sólo la ha compartido con su esposa y con un miembro de su partido. Si no queríamos caldo de cerebro, ahí van dos tazas.
Quienes estuvimos allí observamos la tranquilidad, incluso la seguridad, que desprendía el rostro del presidente del Gobierno. Con un estado de ánimo inesperadamente sereno, impropio de un mandatario agobiado por la situación económica y el hundimiento electoral, que no pasó inadvertido a los asistentes a la copa ofrecida en Moncloa aquel lunes 20 de diciembre. Era como si se hubiera quitado un peso de encima: ¿el peso de la duda sobre su continuidad al frente del Gobierno? Su revelación de que ya estaba decidido así permitía deducirlo.
Otros detalles también te orientan en esa dirección. Por ejemplo, advertir en la conversación del "corrillo" lo poco que parece importarle la caída del PSOE en las encuestas cuando en el otro platillo de la balanza coloca la necesidad de tomar medidas valientes pero impopulares para afrontar los retos de la crisis. Es la estrella polar de su discurso de estos últimos meses, el que inauguró con aquel "cueste lo que cueste" del mes de mayo, cuando a la economía nacional se le echaron encima los acreedores.
Lo dicho. Convencido de que está llamado a sacrificarse por el saneamiento de la economía española, Zapatero ya no parece preocupado por asuntos menores como éste del hundimiento electoral de su partido. En la mente del líder socialista, la ecuación está clara: recuperar la confianza de los mercados equivale a perder la confianza de los electores. Él, camino de la historia. Y el PSOE, camino del desierto, donde le espera una larga travesía. Todo lo cual encajaría perfectamente en la hipótesis más extendida de que la decisión ya tomada es la de no repetir como candidato a la Moncloa en las próximas elecciones generales.
¿Y si la decisión tomada fuese la de repetir? No es verosímil. Si fuera eso, ya lo había dicho porque sería un elemento de certidumbre en las perplejas filas socialistas. Lo desestabilizador sería anunciar el "no" ahora. Por eso sigue guardando el secreto.
n incapaces de incorporarse a 'lo nuevo' y a lo que las nuevas generaciones exigen.