Cámara de gas
11/09/2012 - 00:00
No me gusta ensañarme con nadie por muy canalla que sea. Pero el suceso de los niños de Córdoba -nada que ver con los Siete Niños de Écija, por Dios- clama al cielo. Incluso al infierno por la muerte y desaparición de unos angelitos a manos, supuestamente, de un hijo de puta que era el padre. Pero, claro, los políticos, que viven de espaldas a la realidad, sea cual fuere la situación, aconsejan no legislar en caliente. Ni a la plancha. ¿Qué se hizo, señor Gallardón, de su propuesta de cadena perpetua revisable? Salir en titulares y esconder, luego, la cabeza debajo del ala cuando llegase el momento desabrido, o, lo que es igual: seguir abrazando lo políticamente correcto.
Por ahí, en el tiempo, vagan los familiares de Marta del Castillo, Sandra Palos y un interminable etcétera.
El PP incumple sus promesas y el dolor y el castigo vienen a demostrar que no se reparte a partes iguales entre víctimas y asesinos; entre otras cosas porque estos seres están instalados en el mal. ¿Qué no decir del tal Boliñaga, asesino y torturador al servicio de ETA? Nada, démosle el tercer grado y fraternalmente la paz sin ningún arrepentimiento. Este es el estado garantista en que vivimos, ora pronobis. El enseñamiento con estas criaturitas, los Niños de Córdoba, me llevan, en primera instancia, en segunda, tercera y por enésima vez, acudir a la cámara de gas para este hijo de puta (supuesto) llamado José Bretón. Ya sé que en nuestro país no se estila; sí, en EE. UU., donde la Justicia es implacable. Y no digamos en la época nazi de Hitler.
Tampoco ya se practica en España el garrote vil, que se ejecutaba en el régimen de Franco, que, por el contrario, el Código Penal ha resultado beneficiario para muchos asesinos de ETA. Hay que releer aquel libro de Daniel Sueiro (años setenta) titulado Los verdugos, muy crítico con los fallos justicieros del franquismo, y ahora resulta que la legislación franquista era más benévola y justa que la aplicada en democracia.
A este asesino -incorrectamente llamado parricida por algunos de mis colegas, muy queridos analfabestias- usted, que soy yo, de juzgar la causa le habría aplicado la cámara de gas. Sin contemplaciones. Recreo, aún inimaginable, y fuera de todo morbo, el acto de este asesino, lentamente, minuto a minuto, segundo a segundo, hasta morir asfixiado.
Si uno, desde lejos, se siente impresionado por tan macabro suceso, qué será de esa madre a la que han incinerado -crematorio al estilo nazi- con sus hijos en vida. Angelitos.