Cambiar el planeta
01/10/2010 - 09:45
LA COLUMNA
MANUEL ALCÁNTARA,
PERIODISTA
Será necesario acondicionar otros planetas, como en los relatos de Ray Bradbury.
El presidente y consejero delegado de la Fundación XPrize, que tiene una irreprochable cara de persona normal y corriente, es graduado en genética molecular y en ingeniería espacial, lo que ya es menos normal y muchísimo menos corriente. El sabio acaba de vislumbrar a la Humanidad un porvenir halagüeño, pero desgraciadamente fuera del planeta Tierra. El hombre se desarrollará en el espacio, ha dicho.
Como en casa de uno en ninguna parte, pero la verdad es que aquí se están poniendo las cosas muy difíciles. Hay talibanes por todas partes, algunos correctamente vestidos de entresemana. Triunfan los tres mayores enemigos de los terrícolas la crueldad, la ignorancia y la miseria-, que al parecer son imbatibles. Los sucesivos dioses inventados por los efímeros habitantes se muestran complacidos si se les invoca, pero se han declarado no intervencionistas. Su neutralidad es absoluta y oyen las preces como quien oye llover y no le da órdenes concretas a las nubes. En vista de que este lugar deja mucho que desear para un altísimo porcentaje de sus inquilinos, parece que el futuro está más arriba del techo de las águilas.
Siempre se le ha reprochado a las grandes potencias, que son las únicas que pueden meterse en esos gastos, el derroche que supone la conquista del espacio. Enviar una bandera a la luna o una perrita llamada Laika sale por un pico, pero quizá existe la intuición colectiva de que llegará un momento en el que no sea posible la vida aquí abajo. Algunos teólogos y otros escritores de ciencia-ficción ya lo habían previsto. Será necesario acondicionar otros planetas, como en los relatos de Ray Bradbury. Los constructores, que ya no están pasando por su mejor momento, después de una larga época de esplendor abusivo, serán los primeros que acompañen a los astronautas.
Como en casa de uno en ninguna parte, pero la verdad es que aquí se están poniendo las cosas muy difíciles. Hay talibanes por todas partes, algunos correctamente vestidos de entresemana. Triunfan los tres mayores enemigos de los terrícolas la crueldad, la ignorancia y la miseria-, que al parecer son imbatibles. Los sucesivos dioses inventados por los efímeros habitantes se muestran complacidos si se les invoca, pero se han declarado no intervencionistas. Su neutralidad es absoluta y oyen las preces como quien oye llover y no le da órdenes concretas a las nubes. En vista de que este lugar deja mucho que desear para un altísimo porcentaje de sus inquilinos, parece que el futuro está más arriba del techo de las águilas.
Siempre se le ha reprochado a las grandes potencias, que son las únicas que pueden meterse en esos gastos, el derroche que supone la conquista del espacio. Enviar una bandera a la luna o una perrita llamada Laika sale por un pico, pero quizá existe la intuición colectiva de que llegará un momento en el que no sea posible la vida aquí abajo. Algunos teólogos y otros escritores de ciencia-ficción ya lo habían previsto. Será necesario acondicionar otros planetas, como en los relatos de Ray Bradbury. Los constructores, que ya no están pasando por su mejor momento, después de una larga época de esplendor abusivo, serán los primeros que acompañen a los astronautas.