Cambio o provocación

19/01/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Contemplamos, con demasiada frecuencia, que en política no hay principios sino sólo ingeniería social y estrategias. Uno de los mayores mitos que generan más discurso y demagogia en nuestro tiempo es el tema del cambio. Todos apelan a las exigencias del cambio para legitimar propuestas, justificar iniciativas o aplicar programas. Esto obedece a una metodología social muy extendida. Para los llamados estructuralistas, el cambio es como una realidad objetiva, independiente, que se produce como marcha o fuerza de la historia, en un proceso anónimo, impersonal, incontrolado e independiente. Ante el cambio como fenómeno social, el hombre se siente impotente y sólo le queda subirse a la ola y seguir su estela como un vendaval. Es el turbosocialismo. Frente a este determinismo social, existe la concepción humanista y subjetiva de la historia donde la conciencia y la libertad del hombre intervienen en forma de decisión en la configuración de acontecimientos de tal manera que los hechos históricos son siempre individuales, antropológicos, morales y comunitarios. No existe la realidad social como exigencia y necesidad del cambio. La historia no está dirigida o presidida por leyes ordenadas, inexorables, sino que obedece a un proyecto unitario calculado en función de valores y progreso social. La resignación no es elemento de conformidad con la realidad pues terminamos mitificando la realidad, siendo esclavos de ella, cuando decimos, por ejemplo, que la realidad se impone, la realidad manda, la situación lo aconseja, la demanda social lo exige, las circunstancias son inevitables, los tiempos lo piden o es un clamor popular. La realidad nunca es una razón. El materialismo social o histórico ha sabido intercambiar lo ideal con lo real y la izquierda hegeliana ha confundido a los ciudadanos diciendo que todo lo real es ideal cuando el método y el análisis es lo contrario, todo lo que es ideal puede pasar a ser real. ¿Dónde está la realidad sino en la idealidad y en la razón de las leyes y de la convivencia? El recurso a la razón del cambio para emitir mensajes nuevos, alumbrar nuevas leyes o realizar propuestas políticas (como se suele decir) avanzadas, encierra una trampa o debilidad y falta de valor en la razón moral para luchar contra todo lo que es real y no es adecuado a valores o motivaciones. También la pobreza es real, la injusticia, la violencia, la delincuencia, y no hay que rendirse ante ella y se debe seguir luchando contra ellas. No creamos más en la teoría de los ciclos, en la explicación alternativa de las crisis, en el péndulo del capitalismo y socialismo. Nada se produce por si mismo sino que cualquier proceso económico, político, educativo, está provocado por el hombre. Dicho de otro modo, los cambios sociales son inducidos desde el poder y por el poder, dirigidos a salvaguardar los intereses y privilegios de determinadas clases sociales o colectivos. Para que los gobernantes o dirigentes de este mundo puedan aparecer ante sus seguidores como salvadores, solución y remedio de sus necesidades, comienzan por crearlas y adelantarlas en un proceso de simulación social y política que no tiene otra salida que una intervención social determinada. Es el totalitarismo del cambio frente a la razón libre donde existe más razón que libertad. El destino de una civilización no es la muerte pues hay valores que no mueren. Muchos cambios son provocados por intereses del poder que son los únicos que no cambian y, desde luego, la persona individual no interesa para nada.