Campeones de invierno

28/12/2010 - 00:00 Rafael Martínez Simancas

Ya lo decía Heráclito, (y eso que se libró de que le subiera la luz un 9,8): "todo es uno y lo mismo". Lo acabo de entender mientras el "Gps" de mi cerebro se dispone a asistir, otro año más, a los saltos de esquí en Innsbruck. Estoy preparado para repetir el momento con la cansina parsimonia del Día de la Marmota. Esos esquiadores somos nosotros, la rampa los recortes sociales y el juez que da la salida es el Gobierno. Primero lanzaron funcionarios a los que recortaron sueldo e impulso, luego lanzaron a los jubilados que apenas podían llegar al final de la rampa, más tarde a los parados de larga duración que iban a perder los 426 euros de ayuda, (a esos les empujaron pero de narices); finalmente fuimos todos los demás los lanzados a través de un "tarifazo" en el recibo de la luz, o como usuarios de aeropuertos militarizados en virtud del estado de Alarma, o como bultos sospechosos a los que se les aplica un incremento de IVA por la patilla. Por méritos propios está claro que somos los "campeones de invierno" con mucha diferencia con respecto a los franceses, italianos o alemanes. No se pueden comparar griegos e irlandeses con nosotros porque todavía lo nuestro tiene algo de arte dentro del riesgo que suponen los deportes alpinos. El ejemplo de los saltos de esquí es pedagogía de altura aplicada a la realidad social. Gracias a Zapatero somos campeones en unos brincos en los que no habría gustado vernos nunca, pero aquí estamos. También la oposición ha hecho méritos porque ha dejado la pista libre para que el Gobierno nos fuera lanzando por la rampa. No se le ve a Rajoy muy seguidor de los saltos de Innsbruck, lo suyo son las bicicletas y éstas son para el verano como dejó escrito Fernán Gómez. Por lo tanto la inacción de uno mezclada con el alocado concepto del peligro que tiene el otro nos han llevado tan lejos este año. Ahora bien, según los expertos lo importante no es tanto la elegancia en el vuelo si no tener claro cómo se va a recibir el impacto al regresar al suelo. Ahí es dónde el lanzador se juega la crisma y no tengo tan claro que nos hayan enseñado cómo caer bien, o en su defecto con lesiones mínimas. Por eso rodamos como muñecos de nieve a los que se les han descongelado los pies. Estos esquiadores españoles que bajan a toda leche no gritan "¡Banzai!" cuando se acaba la pista, dicen "¡Inem!" y luego ya veremos qué tal marca hacen en el salto. Si hay que defenestrarse por imperativo legal, al menos que sea para alcanzar un lugar destacado en el podio. Ave, José Luís, los que van a caer te saludan.