Cantos de sirenas
La actual Unión Europea se constituyó sobre la base de dos consensos: el del afianzamiento de las políticas sociales y el de la defensa de los derechos y libertades compartidos.
Como tantas veces, un fantasma recorre Europa. La amenaza, es costumbre, viene de los extremos, de quienes se sitúan en la órbita antiliberal, de quienes quieren regresar a las esencias nacionales, de quienes no han entendido que el proyecto europeo, ese que nos jugamos en las elecciones del domingo, es un proyecto integrador, cosmopolita y social. La Europa surgida tras el fin de la II Guerra Mundial quedó dividida en dos: a un lado, las democracias liberales, que iniciaron la construcción de una fórmula integradora -la del Estado del Bienestar- que evitara volver a las andadas; por otra parte, las dictaduras comunistas que sometidas al control soviético oprimieron a su población, amén de los restos de las dictaduras de derechas surgidas en el período de entreguerras en países como España o Portugal. Caído el muro, desintegrado el Pacto de Varsovia, hubo quien se adelantó a proclamar el fin de la Historia, la victoria definitiva del liberalismo democrático. Los hechos han demostrado que no fue así, que el peligro seguía acechando.
La actual Unión Europea se constituyó sobre la base de dos consensos: el del afianzamiento de las políticas sociales y el de la defensa de los derechos y libertades compartidos. La democracia cristiana y la socialdemocracia tuvieron claro quiénes eran sus socios y dónde se situaba el mal. Hoy, enfangados como estamos, cuesta más trabajo reconocer, y valorar, a los que reman con nosotros en la misma embarcación. Las dictaduras surgen como setas por todo el planeta. Las democracias están en riesgo. Los populismos (la extrema izquierda y la extrema derecha) han demostrado su incapacidad para gobernar, su ineptitud para poner políticas en marcha, para gestionar lo público. Lo habitual de sus líderes es dedicarse a la polémica, a atizar el enfrentamiento, a ensañar al personal, a, en definitiva, sembrar cizaña y extender el odio. Buscan el poder, y cuando lo consiguen, lejos de dedicarse a la gestión, a las cosas, se echan al monte de su ideología frentista.
Nos jugamos mucho este domingo por más que las elecciones europeas sean de segundo nivel. Al contrario, es la fortaleza de las instituciones europeas el gran parapeto que nos puede salvar de quienes dicen hablar en nombre de la paz y acaban defendiendo a Putin, a Le Pen, a Irán, a Hamás o a quien sea necesario. Tanto monta que proceda del sumatorio podemita como de los voxeros imperiales. No se dejen influir por los lemas ni los argumentos simples de los populistas, pónganse cera en los oídos, como hizo Odiseo a sus hombres. Que no les distraigan los cantos de las sirenas. Su falsa voz es solo un hechizo. Átense, si es necesario, al mástil de las convicciones democráticas o acabaremos estrellados contra las rocas. Y remen.