Casi medio siglo del 'Enjambre' poético alcarreño


Junto a Alfredo Villaverde estuvieron en la primera hora de ‘Enjambre’ Josepe Suárez de Puga, Pedro Lahorascala, Jesús Ángel Martín, Paco García Marquina, María Antonia Velasco, Jesús Campoamor, Soledad Cano, Elena Hernando o José Ramón López de los Mozos.

Típico y tópico son dos palabras parónimas, que se escriben parecidas, pero no significan lo mismo, aunque de lo típico a lo tópico suela haber muy poco trecho: el de la recurrencia en su uso. Los tópicos, tantas veces vulgares, no siempre son justos y verdaderamente identificativos, aunque puedan dar mucho juego, incluso metafórico. En el caso de la provincia de Guadalajara, y especialmente de la Alcarria, el tópico más típico que nos arrogan es el de que tenemos muy buena miel, algo que en este caso sí que es real y cierto, hasta el punto de que una de las exclusivas cinco comarcas de España que tienen denominación de origen para este producto es la alcarreña. En torno a la miel y a sus hacendosas productoras, las abejas, se han construido muchos tópicos en Guadalajara, no solo relacionados con la gastronomía, sino incluso con el periodismo y la literatura. Veamos: Dos históricos periódicos de la provincia, Flores y Abejas- fundado en 1894- y La Colmena- editado por primera vez en 1902- llevaron en sus cabeceras el tópico de la miel alcarreña, el primero apelando a sus sujetos pasivos y activos productores, y el segundo refiriéndose a la “fábrica” en la que se produce. Flores y Abejas dejó señera huella a lo largo del siglo XX-excepto el período 1936-1958 en que no se editó-y primeros años del XXI-cuando entró en él con su histórica cabecera sustituida por la de El Decano de Guadalajara y cerró en 2011- y La Colmena apenas tuvo actividad informativa en la primera década del XX. Con el mismo nombre de “La Colmena”, en 1947, un grupo de intelectuales alcarreños, entre los que destacaban Layna Serrano, Tomás Camarillo, Jose Antonio y Luis Ochaíta, José Maria Alonso Gamo, José Sanz y Diaz, Claro Abánades, Alfredo Juderías, Julian Gil Montero y Sinforiano García Sanz, fundaron una tertulia en Madrid, donde residían casi todos, cuyo objetivo principal era el fomento de la actividad cultural, el conocimiento y la difusión de las artes y las letras en la provincia. Apenas cinco meses duró aquél buen propósito porque la cultura oficial franquista no quiso dar bola a la sociedad civil para aquel fin que consideraba competencia propia y exclusiva del régimen. Pero el tópico de la miel alcarreña vinculado al campo de las letras no solo ha sido utilizado para nominar a las dos publicaciones periódicas antes aludidas, la primera de inspiración liberal y la segunda conservadora, y a aquella efímera tertulia madrileña, pero pro-guadalajareña, para trabajar por la cultura de la provincia, el grupo literario de mayor actividad y recorrido que Guadalajara ha tenido en las últimas décadas se nominó “Enjambre”.

Grabado de 'Enjambre', obra de Gamo, que apareció en su boletín del último trimestre de 1981.

Este grupo literario, fundamentalmente poético, comenzó su fructífera andadura -ciertamente lo fue- a finales de la década de los años 70 del siglo XX, cesando en el tránsito del siglo XX al XXI. Su principal impulsor, primer y carismático presidente fue Alfredo Villaverde Gil, un literato versátil y notable, además de ser una persona de muy amplia y sólida formación pues llegó a cursar y terminar tres carreras universitarias: Diplomado en Magisterio y Licenciado en Derecho y Psicología. Curiosamente, a pesar de su intensa afición y vocación literarias, profesionalmente se dedicó al, digamos, prosaico y nada idealista mundo inmobiliario. Alfredo es autor de más de una setentena de obras publicadas, en géneros como la poesía, la novela, el ensayo o el teatro, varias de ellas colectivas, pero la mayoría individuales. Hasta donde he podido saber, el último libro en el que se publicó obra suya data de 2020 y se trata de una antología que se tituló “Brújula (Poesía de/en Castilla-La Mancha)”. Su primera obra la editó la Diputación de Guadalajara, en 1979, y se tituló “Confirmación de la intimidad”, un poemario que cabría encuadrar en la corriente denominada “nueva sentimentalidad” que fue coetánea, más bien una consecuencia, de la llamada “poesía de la experiencia”, que impulsaron voces como las de Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes y Carlos Marzal, y que tuvo una notable influencia en los poetas de aquella generación que también fueron llamados por algunos críticos como los “posnovísimos”.

Junto a Villaverde estuvieron en la primera hora de “Enjambre” otros poetas, escritores y artistas nacidos o residentes en Guadalajara, como Josepe Suárez de Puga, Pedro Lahorascala, Jesús Ángel Martín, Francisco García Marquina, María Antonia Velasco, Jesús Campoamor, Soledad Cano, Elena Hernando o José Ramón López de los Mozos, como núcleo fundador. Este no fue un grupo cerrado, de “numerus clausus”, sino abierto a posteriores incorporaciones de otros, sobre todo, poetas, entre los que destacó de manera muy especial Fernando Borlán por su enorme talla literaria, sin duda un literato ubérrimo y talentoso, probablemente, junto a Marquina y Suárez de Puga, uno de los más importantes de las últimas décadas vinculados a Guadalajara, sin desmerecer a otros, sobremanera los miembros de “Enjambre”. El molinés Antonio Cerrada, escritor, poeta y colaborador de prensa con buena mano para las letras, también se acercó al grupo literario del que hoy nos ocupamos e, incluso, publicó un poemario, titulado La libertad anda suelta, dentro de la colección “de bolsillo” de “Enjambre” que, además, editaba otras dos: la denominada “Mayor” -conformada por poemarios y novelas de superior extensión a las publicadas en la de bolsillo- y Lienzo de la palabra, en la que se alternaron textos literarios y poemas con serigrafías y dibujos. Entre otros poetas que se incorporaron a la actividad de “Enjambre”, en este caso ya a finales de los años noventa, cabe citar a María Ángeles Novella, profesora de instituto del ámbito de las ciencias teóricas y experimentales, pero una gran poeta, de voz personal, plena de sensibilidad y sensorialidad y evidente capacidad para dominar el ritmo a través de la composición.

Cuando “Enjambre” comenzó a hacer que su labor de fomento de la creación literaria, especialmente poética, “zumbara” cual colmena de obreros de la palabra-que no de zánganos- , en aquella Guadalajara de la Transición en la que casi todo era política, la primavera democrática en ciernes, además de libertad, pluralidad y convivencia, incluso en discrepancia, trajo una ilusionante etapa de actividad cultural, tan decaída durante el franquismo y prácticamente solo reservada al oficialismo tributario del régimen. A pesar de ello, la provincia había tenido algunos momentos de intenso vigor cultural que, especialmente en el campo literario, alcanzaron su punto culminante en la mismísima posguerra, cuando Antonio Fernández Molina y otros jóvenes poetas locales, entre ellos Josepe Suárez de Puga, impulsaron la tertulia “Vino y pan” en la que nació el “postismo” alcarreño. Como ya comentamos en el “Guardilón” de septiembre de 2022, y por ello no me voy a extender más en ello, el nombre de postismo tiene su origen en la contracción reduccionista de “postsurrealismo”, siendo una corriente también conocida como “de los ismos” pues convivió con un extenso número de movimientos artísticos y literarios que acababan todos con este sufijo: futurismo, expresionismo, simbolismo, neoconcretismo, postumismo, introvertismo, tremendismo, prosaísmo, letrismo… Parece mentira que en aquella Guadalajara pequeña y provinciana que aún se lamía las dolorosas heridas de la guerra civil y vivía una muy dura posguerra, pudiera surgir una corriente como la postista, la más iconoclasta de aquellos tiempos de caqui y azul mahón. Curiosamente, una poeta muy conocida y reputada como Gloria Fuertes, inició su andadura creativa en el postismo y fue la protagonista de la primera “cena literaria” que organizó “Enjambre” en enero de 1981, un formato de velada intelectual alrededor de mesa y mantel-de papel, nunca de hilo fino- que siempre tuvo un poeta o escritor relevante a nivel nacional como invitado. Gloria Fuertes es la autora del conocido poema titulado A Guadalajara, cuyos tres últimos versos dicen así: “Guadalajara humilde sin turistas ni metro / quién lanzó la consigna de que no tienes nada / si tienes seis poetas que te adoran con nueces”. Esos poetas a los que hace alusión Gloria Fuertes fue el grupo de postistas alcarreños, con Fernández Molina a la cabeza, que fue a visitarla en 1950, como ella misma relató en abril de 1978 cuando protagonizó un acto poético en la Biblioteca Provincial, entonces con sede en el palacio del Infantado, que comenzó con esta declaración de intenciones: “Hoy voy a inundar de poesía Guadalajara”.

“Enjambre” terminó decayendo su actividad en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, pero durante sus momentos más álgidos, fue un auténtico referente de la cultura provincial en el ámbito de las letras, promoviendo la celebración de numerosas veladas y tertulias literarias -recuerdo especialmente la semanal del mítico pub “Chaplin”, nuestra particular “Mandrágora”-, muchas de ellas en pueblos de la provincia, al tiempo que la edición de libros, como ya hemos comentado previamente. Algunas de las obras más significativas que publicó este grupo en su colección “de bolsillo” las firmaron Pedro Lahorascala -concretamente su poemario Cuentos de la felicidad-, Alfredo Villaverde-Confirmación de la intimidad-, Jesús Ángel Martín-quien sucedería a Villaverde en la presidencia de “Enjambre” y en esta colección editó su obra Cantos de un villano-, Chani Pérez Henares-publicando algunos de sus primeros relatos con el título de La piel de la tierra- y María Antonia Velasco-autora de la novela Relatos en primera persona-. De la llamada “colección Mayor” de “Enjambre” destacaron la publicación de los poemarios “Mediodía de Angélica”, de Octavio Uña, “Cántico carnal”, de Fernando Borlán, “Tierra o cántico”, de Lahorascala, y “Memoria de la desesperanza”, de Antonio González-Guerrero. Además de estas dos colecciones y de la de “Lienzo de la palabra”, “Enjambre” editó, primero un tríptico y después un boletín trimestral, en el que, en su número 4, de 1981, publiqué mi primer relato breve, un cuentecito de un entonces aún adolescente aficionado al oficio de escribir, titulado “Dieguito o las jaquecas de mamá”, que, lo reconozco, no ha envejecido muy bien. Me refiero al cuento, no a mí. Yo nunca seré viejo porque soy mayor desde que nací, como siempre me decía mi hermano y amigo Javier Borobia.