Catalinos

15/01/2013 - 00:00 Santiago López Castillo


 
Son insaciables. Vamos, los indepedentistas, porque en Cataluña hay gente sensata, con más de dos dedos de frente, emprendedora, pero apenas se le oye porque la subvencionada prensa por el Goubern (¿qué fue de “La Vanguardia Española”, señor Conde de Godó?, y qué de “El Correo Español, el pueblo vasco”) aplaca a quien rechista. Es una prensa dócil, mansa, mansurrona, sumisa, mismamente el Movimiento Nacional. Eso. De ahí que el Mas, el menos -siempre con el artículo pueblerino, el tío Manolo, la Montse, el Rajoy, etcétera, paletos- no pare de divulgar que Cataluña es un oasis. Es esa fauna lastrada en el aldeanismo oxidado. He revivido los libros de cuando la breve independencia de Cataluña por Lluis Compayns i Jover. Aquel 6 de octubre de 1934 en que aquel iluminado ser proclamó -por unas horas- la independencia. Yo creo que estaba peor que Sabino Arana y no le va a la zaga este hortera de bolera llamado Arturo Mas con tupé en bucle de rulo. Repasar esta historia, lejos de la obsesión secesionista, pone los pelos de punta.
 
   Saben que no llegará la sangre al río (es otra época), y por eso provocan, desafían, se ciscan en forma de “caganer”, se rasgan las vestiduras del victimismo pero exigen la pela es la pela del Estado español (pronunciar la palabra España obliga de inmediato a enjuagarse con perborato). Total, que estos secesionistas -algunos colegas los tildan de “nacionalismo moderado”, jo qué risa- saben que el Estado, con un gobierno débil -Rajoy, a mi juicio es el fraile motilón, siempre lo he dicho- está genuflexo. La justicia, mirando la tendido en los trapicheos de los Pujol y Mas. El presidente del Gobierno, “caganer” en estado permanente, se pliega ante las amenazas soberanistas y no deja de balbucear diálogo, diálogo.
 
  Por el contrario, los descerebrados independentistas le responden -como una concesión al Gobierno central- que estarían dispuestos a un encuentro entre el president y Rajoy. En estas que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña falla a favor de seis familias que quieren para sus hijos educación en castellano; pues verdes las han segado.
 
   Es una comunidad que jamás acata la ley, siempre según su conveniencia. Entre tanto, nuestro celebrado Rey Juan Carlos, en sus 75 años de edad, pese a decir que está en forma vigorosa, jope, muestra su tibieza sobre la unidad de España y todo lo cifra en diálogo y consenso, bla, bla, bla y hablando se entiende la gente. La integridad de España, majestad, no se dialoga, se cumple y respeta. Así las cosas, mucho me temo que ante la endeblez del Estado, que, como mucho pasará la pelota al Tribunal Constitucional (algunos lo califican de prostitucional), la Unión Europea, por más que ladre contra las aspiraciones catalanistas, se encogerá de hombros y se lavará las manos con su laisswez faire, laissez passer, como ha ocurrido con alguna región centroeuropea. Nota para los desmemoriados.- En el s. XVI, los condados catalanes eran conocidos como “marca hispánica” y formaron parte de la antigua Corona de Aragón. Lo que estamos aprendiendo de historia gracias a los indocumentados catalinos; claro que ellos siguen erre que erre, inventándose una falsa histories.