Cataluña merece algo mejor

17/12/2018 - 17:16 José Serrano Belinchón

Hay gente –mucha menos de la que nos quieren hacer creer– que se manifiesta en permanente desacuerdo con la unidad territorial de España...

No es lo mío, amigo lector, meterme en camisas de once varas a la hora de hablar, y mucho menos de escribir, acerca de los problemas que, al menos por motivos de vecindad, no nos quedan próximos; de ahí que mi interés en cualquier caso se oscurezca, cuando se trata de algo relativamente ajeno a nuestro entorno y de lo que hay que hablar o hay que escribir. El actual problema con Cataluña, no obstante, es algo que, aunque lejano en la distancia nos afecta a todos los españoles de manera tal que, aunque no sea lo mío, vuelva por segunda vez en estas páginas a manifestar mi inquietud sobre el asunto, lamentando de verdad lo que allí ocurre, y manifestando mi sentir, que sospecho viene a coincidir con el de muchos millones de españoles, a los que la situación creada se nos presenta lejana en la distancia, pero muy cercana en el personal círculo de los sentimientos.

Hay gente –mucha menos de la que nos quieren hacer creer– que se manifiesta en permanente desacuerdo con la unidad territorial de España, tal como se nos muestra en el capítulo dos de la Constitución de 1968, hoy en vigor. Unidad indisoluble que generaciones enteras han aprendido en las escuelas, y que unos cuantos, no más de un uno o un dos por ciento de españoles –tirando de largo– pretenden romper; demanda histórica que en nada se corresponde con la libre voluntad de los siete millones, más o menos, de personas censadas en las cuatro provincias de aquella comunidad autónoma. Hace mucho tiempo que el problema se veía venir, si bien, la Carta Magna de diciembre del sesenta y ocho, se aprobó con un abultado “sí” de catalanes, con la misma redacción en sus artículos que viene conservando desde entonces. Eso sí, con la contraposición de los sucesivos presidentes que desde entonces han venido rigiendo sus destinos, más o menos inteligentes unos que otros, pero distintos. Pienso en el señor Más, y en su postura a la hora de intentar al menos dar el paso, cómo se retiró de la escena consciente de lo que podría ocurrir, y pasando la patata caliente al que hoy figura como su perdurable sucesor, quien, perdido en la nube que le arrastra por los espacios siderales de la suprema estulticia, está diciendo y haciendo cosas propias del fangal en el que sus antecesores no se quisieron meter, sino que se lo encargaron a él, al más atrevido e incapaz de todos, y ahí lo tenemos, soñando con ser el liberador de su país, como tantos otros lo han sido en distintos lugares y épocas, figurar “glorioso” en los libros de Historia… ¿Y si no es así? El enigma quedará resuelto, supongo, en fechas próximas. Ya empezamos a ver el resultado. El sentido común acompañó siempre a los héroes, a los grandes hombres que el mundo ha dado…Y éste no es el caso.