Chapuzas Tejero
21/02/2011 - 00:00
El lo activó y él lo desactivó. Este anciano que ahora viaja en metro responde al nombre de Antonio Tejero Molina y fue quien hace treinta años dio el primer paso para activar un golpe de Estado. Eso fue por la tarde, cuando asaltó el Congreso con un heterogéneo grupo de guardias al grito de "Quieto todo el mundo". Por la noche, en cambio, dio el primer paso para desactivarlo, al pararle los pies al general Armada, que apareció en el Congreso con una lista de Gobierno que, para Tejero venía a ser más de lo mismo.
Esa es una esquemática descripción de la chapuza que, con la cara de Tejero y un sinfín de relatos alternativos, pasó a la historia como una fracasada operación para abortar el proceso de transición a la democracia que España acababa de culminar con la elaboración de una Constitución y la celebración de las primeras elecciones libres (1979) al amparo del nuevo marco (Constitución Española) alumbrado en diciembre de 1978.
Algo más sofisticada, pero igualmente chapucera, es la versión que atribuye el fracaso del 23-F a la falta de sintonía entre el Rey don Juan Carlos, y quien había sido su preceptor, amen de secretario general de la Casa del Rey durante diecisiete años, el mencionado Alfonso Armada. Si realmente hubiera habido sintonía, éste no se hubiera equivocado tan gravemente al interpretar ciertos gestos de don Juan Carlos. Por ejemplo, el descontento del Monarca con la gestión de Adolfo Suárez al frente del Gobierno y con el lamentable espectáculo que, a raíz de la dimisión de éste, dieron los dirigentes de la UCD en el poder, o el lógico malestar del Rey por la creciente actividad del terrorismo vasco.
De todo eso, y alguna cosa más, Armada dedujo por su cuenta y riesgo que, llegado el caso, el Rey no vería con malos ojos un eventual intento de reconducir la situación. Y así se lo hizo creer también a los dos personajes que estaban en la versión dura del 23-F: Tejero, en Madrid, que daría el golpe de mano, y Milans del Bosch, capitán general de Valencia, que militarizaría esa parte de España con la esperanza de que otros capitanes generales hicieran lo mismo, sabedores del afecto de don Juan Carlos por el general Milans, un monárquico de toda la vida, y contando que Armada, el preceptor del Rey, se iba a poner al frente del movimiento.
Craso error. Armada fue muy lejos a la hora de descifrar los gestos de don Juan Carlos porque, a la hora de la verdad, el Rey previno al poder civil frente a los manejos de su antiguo preceptor, ordenó a Milans que retirase los tanques y ratificó con firmeza su compromiso constitucional en el ya célebre comunicado de la noche del 23 al 24. Ahora hace treinta años. Y lo estamos celebrando