China, mon amour
07/01/2011 - 00:00
"¿Y por qué no dos millones?", replicó el viceprimer ministro chino, Li Keqiang, cuando Trinidad Jiménez, ministra de Asuntos Exteriores, le habló de alcanzar la cifra de un millón de turistas chinos en la España de 2020. El turismo, nuestra primera industria nacional, es una de las tres grandes apuestas respecto al gigante asiático. Otra es la exportación masiva de productos como jamón, aceite y vino a un mercado que eventualmente podría absorber toda la producción. La tercera es convertir a España en el gran compañero de viaje del despliegue económico de China en Latinoamérica.
Palabras mayores, como vemos, frente a la segunda potencia económica del mundo. La primera, en relación a uno de nuestros puntos débiles, la deuda exterior, no tanto por su volumen como por la desconfianza de los mercados en nuestra capacidad para devolverla. Hablamos del mayor prestamista de la economía global. Y del tenedor de más del 10 por ciento de la deuda española (unos 25.000 millones de dólares). Así que pocas bromas a la hora de valorar el paso del dirigente chino en Madrid proclamando en público su fe en la recuperación de la economía española, anunciando que seguirá comprando bonos españoles y hablando de España como su mejor amigo de la UE.
No me extraña la mirada distraída del Gobierno Zapatero, los empresarios españoles e incluso los medios de comunicación, en el espinoso asunto de los derechos humanos y la falta de libertades en este país de 1.300 millones de personas. A los Reyes Magos nadie les pregunta por el régimen laboral de sus pajes. Y lo mismo ocurre con estos Reyes Magos de 2011 encarnados, tres en uno, por el viceprimer ministro de la China Comunista. Nadie le preguntó cómo marcha en su país esto de las libertades y el trato a la clase trabajadora.
En todo caso, no somos los únicos que dedicamos una mirada distraída a un régimen incompatible con la democracia. Hacer la vista gorda frente a las violaciones de los derechos humanos que se producen en la China de Hu Jintao, mientras éste se adapta cada vez más a la economía de mercado, se ha convertido en el paradigma de la hipocresía reinante en el campo de las relaciones internacionales, piadosamente camuflada en el viejo concepto diplomático que responde al nombre de "realpolitik".
Bajo ese signo acaba de producirse el paso por Madrid del viceprimer ministro chino, Li Keqiang, llamado a convertirse en jefe de Gobierno en 2013. Ni una palabra en materia de derechos humanos. No me rasgo las vestiduras. Pero espero que nadie se escandalice tampoco cuando se trate de regímenes igualmente incompatibles con los derechos humanos aunque menos poderosos. Por ejemplo, Cuba, Venezuela y Marruecos, con los que no somos tan complacientes en el terreno político a pesar de que también nos jugamos sustanciosos intereses económicos.