Cineastas y cinésica
11/02/2016 - 23:00
Me comentaba hace días una prestigiosa filóloga donostiarra, muy estudiosa de la política norteamericana, la precisión y perfección con la que se expresan los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. Sus discursos están estudiados al milímetro y perfilan concienzudamente el qué dicen y cómo lo dicen. En cuanto al contenido, lo que dicen, sus asesores buscan y estudian el impacto que los discursos pueden provocar en el electorado mediante sondeos de mercado, de opinión, encuestas, respuestas espontaneas, análisis poliédricos de estudios metroscópicos. O sea, bestial. En cuanto a la kinésica o cinésica- (gestos y movimientos corporales), esto es, el cómo lo dicen, no se limita a determinados gestos como el de las palmas de las manos y dedos pulgares hacia arriba, muy socorrido. Manejan silencios entre frase y frase, las muecas faciales, boca, cejas y hasta ojos se combinan armónicamente con los movimientos de la cabeza, el cuerpo, los brazos, las manos. O sea, bestial. Tal vez pronto aprendieron del famoso mito por el que Kennedy ganó a Nixon por el tipo de corbata que usó en un debate televisado.
La indumentaria, en una interpretación amplia, forma también parte de la cinésica, de la puesta en escena. El glamour con el que se rodea un mundo habitualmente informal, progre y descastado como el del cine, forma parte del juego provocador del citado sector. Ni en la boda más pija se ve tanta etiqueta, tanto versace o tanto caprile.
El caso es que se trata de una especie de puesta de largo con la que las jovencitas bien se presentan en sociedad, pero aquí con todas las bendiciones de los wyoming de turno. Personalmente me parece bien tanto glamour, yo defiendo las tradiciones, y me parece estupendo que el señor Iglesias se calce un esmoquin aunque le caiga como a Carpanta-, que los diputados, por respeto a las Instituciones, lleven corbata cuando van a ver al rey o cuando inauguran en sesión solemne una nueva legislatura, o que un académico vista de frac en su discurso de ingreso.
Hablamos de lenguaje no verbal. Y, a poder ser, sincero. Hablamos de aparentar ser limpios porque somos limpios. Es una pena tener pinta de guarro siendo muy limpio. Tanta como aparentar ser limpio cuando se es un guarro. También es una pena parecer pobre cuando se es rico, no digamos lo contrario aunque la mona se vista de seda
- o parecer cantaor gitano de flamenco cuando eres más payo que el conde de Romanones, por ejemplo. Como con los coches, parece un poco absurdo lucir un mercedes sin poder pagarlo cuando los más recomendable es un seat león, un coche fantástico, por cierto. Ya se lo decía Julio César a su mujer, Pompeya Sila, no basta con ser honrada, sino parecerlo.
En la gala de los Goya hubo quien debió mostrar mejor lenguaje, en este caso, verbal. El actor Rovira, que como buen intérprete no le tendría que costar adaptarse a las circunstancias, provocó lo que los técnicos en comunicación llaman una grave distorsión entre el emisor (en este caso el cómico) y el receptor (en este caso el titular de Educación y Cultura, Méndez de Vigo). Rovira es un tipo simpático y educado, al menos lo aparenta, y se empeñó en ser antipático y lo que es peor, maleducado. Ridiculizar a un invitado en tu propia casa parece ciertamente un total desatino. Y de pésima educación, una grosería, en definitiva. Pero hacerlo, además, chanceándose del meritorio currículo académico del ministro, además de ignominioso, resulta patético, pues se adivina una envidia reprimida que se pretende aflorar por una connotación política. Motivos no faltan para reivindicar, exigir, solicitar, reclamar o demandar acciones que favorezcan a la cultura y al cine. Cuestiono acaso si es el momento y el lugar. O si el cine goza de un privilegio inherente al de otras vertientes culturales por el cual hay que mimarle de forma especial. Me sorprende incluso la disciplina corporativa que los cineastas exhiben ocultando sus propias miserias. Pero lo que tengo claro es que lo sucedido en la Gala de los Goya nunca habría ocurrido en la de los Oscar. Pero es que los americanos dominan la cinésica.