Claudio Gancho Hernández (1929-2004)

27/10/2019 - 17:06 Ciriaco Morón Arroyo

Este artículo es una llamada a nuestros paisanos alcarreños a valorar a un hombre brillante muy olvidado.

El 30 de octubre cumpliría noventa años un hijo de Pastrana, admirable por su capacidad intelectual y por los frutos de esa capacidad. Ya he dado el nombre; huérfano de padre a los 8 años e hijo de la “tía Gregoria”, que servía de recadera a los padres franciscanos del pueblo, el año 1939 entró en el colegio de los frailes para estudiar el primer año de latín. Es uno de tantos frutos vivos que nacieron de la Iglesia, la única institución que en aquellos años daba a los pobres la oportunidad de formarse más allá de la escuela elemental. Pasó por los diferentes peldaños de la carrera, y dada su brillantez, los superiores le enviaron a Roma, donde terminó la licenciatura en teología en la facultad franciscana (el Antonianum) y la licenciatura en Sagrada Escritura en el Instituto bíblico de la misma ciudad. Los especialistas en la Biblia se sentían normalmente obligados a continuar sus estudios y enriquecer su conocimiento de lenguas antiguas en la Escuela Bíblica de Jerusalén, fundada en 1890 por el dominico Padre Marie-Joseph Lagrange, uno de tantos religiosos franceses que se formaron en España al ser perseguidos por los republicanos de su país. No olvidemos que monjes expulsados de Francia reconstruyeron monasterios como el de Silos. Con ese itinerario, Claudio terminó siendo un auténtico Pentecostés: Sus lenguas de trabajo con los textos bíblicos eran el hebreo, arameo, siríaco y griego. Como esos textos se habían difundido en Occidente en latín, esta lengua terminó siendo para él su lengua vernácula; y como la Biblia había sido objeto de estudios filológicos desde el siglo XVIII, la extensa bibliografía solo se podía manejar con el conocimiento de las lenguas modernas, al menos las occidentales. La divergencia de nuestros caminos solo me dio dos ocasiones de hablar con él, y este artículo nace de mi admiración personal y como una llamada a nuestros paisanos alcarreños a valorar a un hombre brillante muy olvidado. En internet se puede ver el inmenso trabajo que desarrolló en Barcelona, escribiendo varios libros propios y traduciendo a varios humanistas del siglo XX que se enfrentaron tema de la fe y la cultura cristiana. En este momento estoy estudiando sus aportaciones para un estudio extenso, pero como muestra de la imagen que he dado llamándole un “Pentecostés” en el manejo de lenguas bíblicas y modernas, deseo mencionar un trabajo que publicó en 1957, es decir, antes de cumplir los treinta años: “Las citaciones del Antiguo Testamento en los sinópticos y en los rabinos” (Salmanticensis, 4, 1957, pp. 289-359), artículo de 71 páginas que podía ser un libro. Se llama sinópticos a los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas. Claudio analiza las citas expresas del Antiguo Testamento en el Nuevo. Con un orden ejemplar comienza por las referencias en las que coinciden los tres evangelistas, pasa luego a las que hacen solo dos, y termina con San Mateo, siempre interesado en señalar la coincidencia de la vida y doctrina de Jesús con las profecías antiguas. Con ejemplar rigor distingue las citas que hace el propio Jesús y las aportadas por los autores de los Evangelios. Muy importante es la distinción que el joven autor hizo entre el modo de acercarse al Antiguo Testamento los autores cristianos y el modo como lo hacían los rabinos en el tiempo y en los siglos inmediatamente posteriores. Hace unos años el profesor Ángel Pérez Pascual escribió un estudio sobre la Imprenta hebrea en Guadalajara, la primera en España. En ese estudio podemos apreciar la culminación de la riqueza de la cultura judaica en nuestra ciudad, uno de cuyos hitos es Moshe ben Arragel, traductor de la Biblia hebrea al español, hoy llamada Biblia de la Casa de Alba. Pues bien, la ciudad que ostenta en su historia de la primera modernidad una rica cultura hebrea tiene en el siglo XX otra cima en el brillante biblista de Pastrana.